Director.-
Juan Carlos Pérez de la Fuente
Intérpretes.-
Daniel Albadalejo. Silvia Pe. Daniel Diges. Críspulo Cabezas. José Ramón Iglesias. Oscar Hern´ndez. Rodrigo Saenz de Heredia. Noelia Marló. Marta Arteta. Edgard López. Julia Piera. Natan Segado. Juan de Vera.
No sólo en la literatura española existe el cruel estereotipo de la solterona, que Lorca desgarró en la hermosísima Doña Rosita. Henry James, por ejemplo, lo había retratado en su novela Washington Square privándolo de toda misericordia. Si es cierto que no sé si en otras latitudes existe una visión como la que Carlos Arniches ofrece en esta obra y que, sin asumir la irresponsabilidad de la farsa, opta por hacernos reír del drama de estas mujeres para luego enfrentarnos a nuestra falta de escrúpulos.
Pero ¿ hace cuanto no vemos en un teatro obras de este autor?. Pérez de la Fuente, ya en otras etapas de adscripción al teatro público, llevo a cabo una importante labor de recuperación de autores nacionales casi olvidados, Buero Vallejo, las primeras piezas de Gala, Max Aub... ahora se atreve con un astracán, que podría estar apolillado. Pero lo afronta con tanta honestidad y cariño como valentía.
Honestidad porque, si bien actualiza el envoltorio y equilibra su comicidad para resultar más eficaz ante el público de hoy, no por ello renuncia a expresiones anticuadas pero que sitúan la pieza en su contexto ni evita la tristeza, la amargura que en el fondo destila la historia.
Valiente porque, eso sí, opta por una producción plástica y brillante, llena de originales aciertos ( esos fantásticos balcones por ejemplo ) y de atrevidas influencias ( imposible no recordar en los señoritos del Guasa Club a los matones de La Naranja Mecánica ). El tono guarda un equilibrio muy difícil y perfecto entre la caricatura y la máscara, y el resultado llega a fantásticas cotas de expresión.
El resultado es una propuesta magnífica, que sí, sorprende porque eleva el texto a una altura donde, seamos sinceros, no recordábamos que estaba. Así, no sólo asistimos a la crueldad de esta alegría construida a través del dolor ajeno, sino también a un retrato acido del aburrimiento de la vida de provincias y la falta de horizontes en una sociedad perezosa y adocenada.
A ello, por supuesto, también contribuye un conjunto de actores entregado, lleno de vitalidad y comprometidos con hacer reír al público pero también con hacerle pensar. Todos están maravillosos y si cito a Daniel Diges es simplemente porque nunca pensé que fuese tan buen actor.
En definitiva Juan Carlos Pérez de la Fuente lo ha hecho de nuevo, resucitar a otro de nuestros clásicos injustamente olvidados, no por sus creaciones sino por la pereza de gentes del teatro, la exigencia de lo moderno y la tacañería a la hora de invertir las cantidades necesarias para la merecida recuperación. El lleno y los aplausos que está cosechando esta obra, constata que no hacerlo es perder una fantástica oportunidad. Gracias pues a quienes en este caso lo han hecho posible. Disfrutarlo ha sido una gozada.
Público
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