TEATRO: PERSONAS, LUGARES Y COSAS de Duncan Mcmillan

 

Director.-

Pablo Messiez.

Intérpretes.-

Irene Escolar. Sonia Almarcha. Javier Ballesteros. Tomás del Estal. Brays Efe. Claudia Faci. Daniel Jumillas. Mónica Acevedo. Blanda Javaloy. Manuel Egozkue. Josefina Goroztiza.

Recuerdo que en casa de mis padres había una colección de libros que se titulaba Selecciones del Reader's Digest. En ella se ofrecían novelas convenientemente reducidas y adaptadas para facilitar su lectura, convirtiendo cualquier tocho en un relato casi breve. Posiblemente no fuese algo loable pero, que duda cabe, que servía para ampliar el número de lectores. Muy práctico.

Pues bien, asistiendo a Personas, lugares y cosas, tuve la sensación de estar asistiendo a una de esas adaptaciones. La historia que nos cuenta es la de una actriz que, en plena representación de La Gaviota, pierde las referencias y tiene que enfrentarse, a partir de ahí, a un grave problema de adicción. Por supuesto el camino de la salvación, que comenzará en una clínica de rehabilitación no va a ser fácil y tendrá que enfrentarse con el fracaso hasta conseguir llegar a algún lugar, que por otro lado, tampoco es un lugar seguro, sino sólo otro paso igual de doloroso que los anteriores. Lo único que distingue esa presunta meta llena de incertidumbre es la cruda verdad.

Podría pensarse, debería pensarse, en un drama de alto voltaje, el de alguien enfrentándose a sus fantasmas, a su incapacidad para dominar su vida, al sufrimiento ajeno causado y a su incapacidad para asumir la realidad. Sin embargo, todo se mueve a un nivel emocional fácilmente soportable. Como decía en la introducción, tengo la sensación de que lo que se nos ofrece es una sucesión de escenas con los que se puede ir construyendo la historia pero sin demasiada profundidad y con muchos vacíos. 

Ojo, podría parecer que mi valoración es negativa. No es así. El texto es tremendamente eficaz, un ejercicio de sabiduría dramática al que, por supuesto, se le puede echar en cara no contarnos nada nuevo, pero a cambio consigue durante más de dos horas, ofrecernos la base para un buen espectáculo e incluso sorprendernos. Y en este sentido, la propuesta de Messiez la encuentro magnífica. La opción del espacio abierto y desnudo abunda en la fragilidad, ese vestuario anacrónico en pequeños detalles sirve para destacar pequeñas individualidades frente a personajes secundarios no suficientemente desarrollados, la iluminación es exquisita, la coreografía perfecta, las escenas de pesadilla oscuramente hermosas, hay ritmo, un extraño intermedio, agilidad...

Leo que fue Irene Escolar quien impulsó esta representación. Decir que esta actriz está magnífica en su actuación no es decir nada nuevo, pero lo cierto es que su personaje es aquí un absoluto regalo y ella aprovecha todas sus posibilidades. A su lado, el resto del reparto se presenta homogéneo, destacando Sonia Almarcha por la entidad de su papel.

En definitiva, no creo que la obra de Mcmillan sea un gran texto pero sí un buen texto, y en esta propuesta de Messiez/ Escolar nos encontramos un magnífico ejemplo para recordar que el teatro es representación, lo que permite que de la combinación de factores, surja un espectáculo dramático capaz de elevar el material inicial.

Público

Comentarios