Federico Bellone
Intérpretes.-
Abril Zamora. Amanda Digon. Pepe Nufrio. Carmen Conesa. Tony River. Pepa Lucas. Gonzalo Ramos. Andrea Buret. Marina Albauceta. Paula Arguelles. Gerard Mínguez. Alejandro Fernández. Andrea del Castillo. Christian Velert. Gabriela Monteverde. Marc Sol.
Soy bastante fan del teatro musical. Entre los clásicos del género, Cabaret ocupa un lugar de excepción, me parece magnífico tanto desde el mundo dramático como sinfónico.
Hace unos años, Sam Mendes ofreció en Londres una nueva propuesta que convertía el teatro en el local que acoge gran parte del espectáculo. En Madrid se replicó con un buen nivel.
Ahora, en esa misma línea, llega una aventura incluso más radical ( odio el adjetivo inmersivo ), y, una vez más, merece mucho la pena asomarnos a la Alemania del periodo de entreguerras, al auge del nazismo y del antisemitismo, a las imposibles historias de amor y a la decadencia, a través de esas magníficas canciones que van sirviendo de apunte a la narración.
El escenario, se convierte en una zona más del Kit Kat Club, con parte del público acomodado en diferentes mesas, y eso se extiende a lo largo del patio de butacas. Allí se desarrollan los números musicales, algunos con excelentes coreografías y, encima de tres mesas utilizadas como escenarios, las escenas más íntimas. El conjunto es brillante, vistoso y sorprendente. Quizás una única duda y es si las piezas que componen la narrativa, al llevarse a cabo en espacios tan reducidos, pueden quedar reducidos a viñetas, pero, en cualquier caso, el conjunto está perfectamente integrado hasta llegar al brutal final (distinto pero igual de contundente al que utilizaba como conclusión Sam Mendes en su versión).
Y como colofón el reparto. En muchos musicales patrios, el efecto grito se utiliza para demostrar poderío destrozando la melodía. En otros, el talento musical contrasta con la falta de pericia interpretativa. Aquí, todos cantan y actúan muy bien, y también bailan. Siempre existe el fantasma de Liza Minelli, Amanda Digon puede afrontar la comparación con mayor fragilidad y mucho dolor. Pero tengo que reconocer que para mi, la sorpresa es Abril Zamora. EMC había sido desde Joel Grey a Atsier Etxeandia, siempre un hombre ambiguo. A Abril sólo la había visto en Orlando y no me llamo la atención. Esperaba poco. Y sin embargo, caigo rendido ante su interpretación animal, su capacidad para comerse el escenario, su descaro y su desgarro, su cuerpo fuerte y sensual. Una de esas interpretaciones a recordar.
En definitiva, esta propuesta de Cabaret es un espectáculo fastuoso, grande y, al mismo tiempo delicado. Con la literatura sangrante de los relatos de Isherwood en Adiós a Berlín y su nostalgia por la pérdida de un continente que estaba a punto de pasar de la belleza a la ruina, en lo físico y en lo moral.
Público

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