Dirección.-
Rakel Camacho
Intérpretes.-
Cristina Marín Miró. Jorge Kent. Pedro Almagro. Mikel Aróstegui. Chani Martín. Lorena Benito. Carmen Escudero. Mariano Estudillo. Cristina García. Pascual Laborda. Vicente León. Lucía López. Eduardo Mayo. Nerea Moreno. Laura Ordás. Jaime Soler Huete. Fernando Trujillo. Adriano Ubani. Alberto Velasco.
Compañía Nacional de Teatro Clásico
Fuenteovejuna es una obra brutal. Henchida de violencia,
para el marxismo era una de las mejores representaciones de la revolución
colectiva frente al abuso del poder y de la violencia como generadora de
violencia ( y por lo tanto, peligrosamente justificada ). Los clásicos sin duda
lo son por su vigencia y su universalidad, y lo que entonces escribió Lope,
sigue estando hoy tristemente presente en muchas partes del planeta, no siempre las que se
reivindican desde el punto de vista político.
No conocía ninguna obra dirigida por Rakel Camacho, pero me
queda claro que es una creadora capaz de desarrollar sobre un texto, un
universo propio, muy ecléctico en cuanto a referencias. Para su Fuenteovejuna,
opta por una estética inspirada en un Mad Max rural ( algo un poco recurrente
últimamente ) que combina con canciones y coreografías que inciden en la
textura tribal.
Por lo que se refiere a la lectura del texto, creo que
Camacho se queda en lo más visceral y epidérmico, con una expresión de la
violencia muy bien coreografiada pero agresivamente explícita. Quizás me falta
cierta sutileza a la hora de llamar a la reflexión y no sólo al impacto. Y en
los peros, citar que el número de canciones y la creación de algunas escenas,
alargan la duración por encima de las dos horas, algo que puede llegar a pesar.
De todos modos, hay mucho apreciable en esta propuesta: la
producción en conjunto es potente y tiene personalidad, el verso está muy bien leído
y fluye muy claro en un novel interpretativo alto y homogéneo, hay momentos
que consiguen sobrecogernos en si capacidad de materializar la furia con la que
Lope envolvió a sus villanos.
Hoy día es difícil que algo no se politice, y esto parece especialmente
necesario en el ámbito de la cultura. Cuando además se habla de opresión y
revolución, es fácil y parece que obligatorio. Aquí, el cierre con El
Arado de Victor Jara es bastante definitorio, pero creo que deja el mensaje en
una sola dirección, la más obvia, pero seguramente no la única que contiene la
obra.
En cualquier caso, repito, es una producción con
personalidad y ofrece una visión más actual que, vistos los cerrados aplausos del
final, consigue llegar a un público mucho más heterogéneo, y eso siempre es una
buena noticia. Que los jóvenes se acerquen a los clásicos les hará más felices
y mejores personas, sin duda.

Comentarios