USA 2025
Leonardo Di Caprio. Sean Penn. Benicio del Toro. Teyana Taylor. Chase Infiniti. Regina Hall. Alana Haim. Wood Harris. Paul Grimstad. Jonh Hoogenakker. Jim Downey. Tony Goldwyn. Starletta DuPois.
El cine, un arte plural en el que podemos envolvernos con el intimismo de Bergman o vibrar con las barrocas propuestas de un Nolan, por poner dos ejemplos dispares. Sin embargo, hay un punto especial en mis ejercicios de nostalgia, y es la explosión épica que desde la pantalla nos sorprendía con un inesperado mundo nuevo cuando todavía éramos niños.
De mayores nos hemos convertido en un público un poco ( o mucho ) más descreído. Además, en estos tiempos, no hay imagen o acción que no se pueda crear más allá de lo imaginable. ¿Entonces? ¿ existe la posibilidad de recuperar ese gozoso disfrute que, con mucha ingenuidad, perdonaba cualquier trampa con tal de poder volar?.
Pues si he escrito esta larga introducción es precisamente porque esa sensación ha vuelto mientras, en la sala oscura ( de mis queridos Cines Renoir ) intentaba empujar a su salvación a un autodestructivo Leonardo Di Caprio (posiblemente en una de sus mejores interpretaciones) .
Todo comienza con un prólogo que ya nos presenta el tono febril, el exceso brillante, la rapidez, lo raquítico pero suficiente de la información. Nos sitúan en las revoluciones que, desde grupos radicales, pretendían desde dentro desestabilizar el sistema social en EEUU, abrazando consignas como el racismo, la injusticia social, el imperialismo.... todo dentro de parámetros muy básicos y superficiales para justificar la inestabilidad emocional de sus legionarios. Ahí, en circunstancias extremas se formará un sórdido triángulo cuyas consecuencias reales estallarán dieciséis años después.
Y entonces, de nuevo, retomaremos, por diferentes circunstancias, la trepidante historia, llena de acción y de un humor tan explícito y eficaz como desconcertante, plagado de pequeños personajes, creciendo poco a poco y sin detenerse un minuto y con escenas absolutamente magistrales como la de la persecución final en la película, que seguramente se convertirá en icónica.
Una batalla tras otra se mueve siempre en un perfecto equilibrio de superficialidad e impacto. Es como una gran montaña rusa. Paul Thomas Anderson asume muchas influencias pero tengo que decir que las que me parecen más expresas, se encuentran cerca del cómic, incluso de los dibujos animados del Correcaminos y el Coyote. Y la sensación que nos produce es parecida.
Sé que, frente a quienes la consideran una obra maestra, han surgido críticas contrarias y feroces. Yo la he disfrutado muchísimo, me ha parecido un desbordante festival audiovisual, torrencial y descontrolado como es también la literatura de Thomas Pynchon en una de cuyas novelas icónicas se basa.
Y se me ha hecho corta en sus más de dos horas y media, cuando, de nuevo, fui un poco ese niños divertido y sorprendido al que le quedaba tanto por descubrir en una pantalla.
Público

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