CINE: APRIL de Dea Kulumbegashvili

 

Georgia 2024

Ia Sukhitashvili. Kakhe Kinturashvili. Merab Nnidze. Roza Kancheishvili. Ana Nikolava. David Baradze

Después de Beginning, uno no va engañado a ver el cine de esta directora ( me niego a intentar escribir de nuevo su nombre ). Aquella fascinante película fue una sorpresa en forma de exigente puñetazo, algo totalmente impactante. April no baja el tono.

La protagonista Nina, es una buena mujer, comprometida con su profesión médica, aunque ello suponga en ocasiones cruzar todas las líneas y practicar abortos ilegales en zonas rurales habitadas por la miseria. Cuando un parto termine en el fallecimiento del bebé, todo su mundo entrará en riesgo.

Pero este que podría ser el argumento de una muestra de cine político, en manos de la georgiana se convierte en un ejercicio de introspección, en un retrato descarnado de una mujer capaz de contemplar la belleza primaveral que se ofrece a su alrededor pero incapaz de no ensuciarse con la miseria que le rodea y de verse a si misma como un monstruo que  se ha quedado desde su infancia atrapada por el fango de una laguna.

Dea ( como si fuésemos amigos, repito, me niego al apellido ), es un portento en la construcción visual, y actúa con una libertad absoluta que ya demostró en su película anterior, capaz de sostener planos de casi cinco minutos. Su caligrafía funciona más como una consecución de instalaciones artísticas que como un proyecto narrativo, la lluvia en primer plano, el desarrollo de una tormenta, esos pasillos desoladores, esos diálogos donde el plano/contraplano adquiere una nueva forma... todo ello acompañado de una respiración casi omnipresente que nos produce una sensación continua de incómoda intimidad.

April es brutal. Tengo con esta directora la misma sensación que con las novelas de Cartarescu, creo que juegan a atraparme y expulsarme intermitentemente sin descanso. Ella con esas secuencias crueles que parecen innecesarias y con vocación de agredir, con las paradas exasperantes, las pausas inquietantes e incomprensibles en algunos diálogos, y también lo críptico de algunas de sus imágenes. 

Pero al final me ocurre lo mismo que con el rumano: en el conjunto no me sobra ninguna de las piezas. Supongo que es una alquimia que consiguen los creadores únicos. Kulumbegashvili ( finalmente me he atrevido ) sin duda lo es. Tanto como valiente e incómoda.

Ver su cine es, sin duda, una experiencia, no fácil pero inolvidable.

Público

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