NOVELA. EL PROBLEMA FINAL de Arturo Pérez- Reverte


Alfaguara
320 páginas
Disponible en ebook.

Hacía tiempo que no leía a Pérez Reverte. Recuerdo sus thrillers como novelas apasionantes, rocambolescas y, sobre todo, magníficamente documentadas, fuese cual fuese su temática. 

Generalmente, existe un potente trasfondo literario, sin duda el autor es alguien enamorado de la literatura y especialmente de las novelas de aventuras que, supongo, marcaron su adolescencia. 

En este caso, las referencias están en la novela clásica policiaca, modelo Agatha Christie aunque teniendo como base a Sherlock Holmes y las obras que Sir Conan Doyle escribió sobre el personaje.

Agatha Christie fue una de mis primeros amores. Devoraba todo lo que escribió y de hecho, he tenido últimamente la duda de si releer alguna, aunque me lo impide cierto miedo a la decepción.

El problema final es un juego. Un montaje organizado sobre la impostura, un trampantojo divertido, un entretenimiento intelectual alrededor de la inteligencia criminal y del reflejo entre la realidad y la creación.

En un espacio cerrado, una isla bloqueada por la tormenta, nueve turistas accidentales que presentan un grupo heterogéneo, se quedan aislados en un hotel. Ahí se producirá un asesinato de difícil solución. Pero dentro del grupo está un actor en decadencia que en su día protagonizó todas las películas basadas en el detective británico por excelencia, y un lector voraz de Doyle con deseos de convertirse en Watson. En ausencia de la policía, ellos serán lo más parecido a una pareja de investigadores con lo que se puede contar.

Sobre este ocurrente punto de partida, el texto está bien construido. Entretiene y, sobre todo, divierte más en lo que se refiere a juego que en la propia trama policiaca. También resulta algo reiterativo en sus diálogos y en la necesidad de elevar su sustrato conceptual ( cuando creo que habría sido más válido asumiendo su condición de mero entretenimiento ). Quizás deberíamos de entender que no es una novela de... sino una novela a modo de...

O quizás mi recuerdo de aquellas obras que durante muchos años me hicieron feliz, es mejor que las propias obras.

Público

 

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