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De Herta Muller me enamoré sin remedio desde que la conocí a raíz de la concesión del Premio Nobel de Literatura en 2009.
Recuerdo mi primera lectura, El hombre es un faisán para el mundo. Fue un choque absoluto recibir esa forma de escribir donde las metáforas se convierten en narrativas en una extraña poesía plástica. Era entrar en un mundo extraño, sorprendente, hermoso y oscuro. Pero pronto nos dábamos cuenta de que lo verdaderamente diferente eran la mirada y la voz.
Desde entonces conozco todo lo suyo que se ha publicado en castellano. Y, al igual que su historias están siempre vinculadas a la verdad de su vida, sus ensayos lo están a su pasión por contar historias.
Herta Muller era hija de un soldado de las SS en Rumanía. Víctima de la policía política de Caucescu por no querer plegarse a sus exigencias, consiguió emigrar a Alemania, algo que tampoco fue fácil. Nunca pudo olvidar sus años bajo la dictadura, el miedo, el dolor. Necesitó contarlo, y haciéndolo se convirtió en un referente de la lucha contra las tiranías.
Esta nueva entrega recoge varios textos. Los narrativos son claramente biográficos y están empapados por ese lenguaje que da fisicidad a las palabras. Entre el resto, algunos son discursos preparados para acontecimientos concretos, otros reflexiones. Aunque en algunos hace análisis literarios, generalmente en todos habla de sus reflexiones sobre lo vívido y conocido: el dolor de la emigración y la dificultad de arraigo, la sordidez de una sociedad que reniega del humor, el miedo como arma....
Una vez más es un placer leerla. Su prosa es de una hermosura que sobrecoge, pero además, su contenido es lúcido, riguroso, inteligente y nos hace profundizar en reflexiones que sólo conocíamos de referencias.
Agradezco su sinceridad, su transparencia, y recordarnos que la literatura es un arma de resistencia.
Sigo pues enamorado. Y estoy seguro de que será para siempre.
Publico

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