CINE: MORLAIX de Jaume Rosales

 

Francia 2025

Aminthe Audiard. Samuel Kircher. Melanie Thierry. Alex Brendemuhl. Jeane Trinité. 

Escribir me ayuda a pensar. Por eso hay momentos en que mi reflexión sobre una obra compleja se desarrolla de este modo. Redactar mis ideas me ayuda. Este va a ser el caso de Morlaix, por lo que este comentario, probablemente sea menos estructurado que en otras ocasiones, pero quizás también más espontáneo.

De Jaume Rosales he visto todas las películas que ha dirigido, y sobre ninguna de ellas puedo decir que me haya gustado menos que mucho. Todas ellas son experimentos narrativos atrevidos, capaces de proponer novedades tan potentes como la pantalla partida de La Soledad o la confusión sonora hiperrealista de Tiro en la cabeza. También ofrece propuestas más convencionales como Petra o Girasoles silvestres. Mi favorita, Sueño y silencio

Lo primero que descubro en Morlaix es que es una película francesa, no sólo porque tiene lugar en una ciudad gala, sino porque es, en apariencia, una película netamente francesa. Tiene en su tono la ligereza aparente de ese cine en que se habla mucho, aparentemente de intrascendencias mientras la historia avanza, lo vemos ahora en Mouret, pero el maestro era sin duda Eric Rohmer, hay mucho suyo en esta cinta.

La historia que cuenta es en apariencia juvenil. La protagonista acaba de perder a su madre con la que estaba muy unida, aun así, sigue con su día a día, con su hermano pequeño, sus amigos y su novio, aprendiz de panadero. La llegada de un nuevo compañero al instituto, que pronto se integrará en su pandilla, añade un vértice convirtiendo su relación en un triángulo pero sin aparentes dramatismos.

Rosales consigue algo muy difícil y es maridar dos formas de contar aparentemente contrarias:

Por un lado la ligereza antes citada, está en unos diálogos realistas que en principio hablan de cosas cercanas y, con el mismo tono, avanzan hacia temas más abstractos como la muerte o el amor ( apunte este importante que luego comentaremos ), siempre vinculado a las opiniones de estos jóvenes y evitando lo dogmático.

Por otro, en lo que se refiere a lo formal, el director vuelve a experimentar y aportar. Lo hace en lo puramente narrativo, añadiendo como elemento una película vinculada a los propios protagonistas que ofrecerá también un final magnífico ( quizás lo más llamativo y singular de esta propuesta ). Lo hace también en lo meramente formal, la mezcla entre blanco y negro y color, utilizando magníficamente fotografías estáticas dentro del movimiento, y en alguna aceleración.

Lo importante en la caligrafía no es encontrar un sentido a cada una de las piezas, sino la visión de conjunto que consigue y que otorga la personalidad y emoción a la historia que cuenta.

Y ¿ que es Morlaix? ¿ que pretende contarnos Rosales? pues nada menos que una historia de amor, transparentemente romántica, tristemente romántica, pero como nunca nos lo han contado. Y para completarla, nos regala un maravilloso epílogo que casi nos permite tocar el paso del tiempo.

Morlaix es posiblemente la película más compleja de su autor. Puede parecer críptica si, como dije antes, se intenta comprender cada una de las piezas en lugar de disfrutar el conjunto. Y es importante, singular, un paso más en la carrera de su autor, donde sin duda ocupará un lugar entre las más valiosas. 

Ha tenido una carrera mínima en las salas, posiblemente porque también es exigente. Espero que goce de otra vida. Se la merece. Pero sobre todo, se la merecen los amantes del buen cine y del riesgo. 

Como dije al principio, esta es una reflexión, y me parece que me siento cómodo con lo que he concluido. Morlaix es una experiencia, y una de esas películas que te hace sentirte bien por el hecho de haberla visto.

Atreveos.

Público

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