Sergi López. Bruno Núñez. Jade Oukid. Stefania Gadda. Richard Bellamyun. Tonin Javier. Joshua Liam Herderson. Kanding Ray
La primera escena de Sirat me parece la profanación de un
lugar sagrado.
Ese edificio sonoro compuesto por altavoces que lanza contra
las milenarias paredes de roca que rodean la explanada, una música profana que
no pertenece a ese lugar, para que los bárbaros, las tribus venidas de otras
tierras, bailen frenéticamente como una nueva forma de imponer su presencia.
¿ Están muy lejos estos jóvenes de los conquistadores de
antaño? ¿ no les anima la misma sensación de poder abarcar el mundo, aunque sus
fines y sus métodos sean otros?.
Allí llegan un hombre y un niño, anacrónicos en el entorno,
que buscan a su hija y hermana, cuya pista se pierde en estas raves del
desierto tras cinco meses de no saber de ella. Y ahí, en ese punto inicial de
la narración, comenzará el viaje, la aventura.
La aventura es un concepto que siempre tiene una vertiente
exterior e interior, y que remite a muchas referencias guardadas en la memoria.
En esta existe un niño que le dará a la epopeya esa visión iniciática, y así,
viajará, como En la Isla del Tesoro, con una pandilla de piratas donde no falta
la pata de palo ni el garfio, y entre los que pronto se sentirá como uno más.
Pero no nos engañemos. La profanación implica una venganza.
Los viajeros están malditos y ese viaje de búsqueda pronto se convertirá en un
viaje al infierno. La tragedia les saldrá al encuentro. Y tendrán que aceptar
su fracaso.
Oliver Laxe ya había retratado el desierto en Mimosas, y
también había jugado a la aventura. En Lo que arde, se acercó a una
distribución hacia un público más amplio y, en ese sentido Sirat es un paso
adelante, su película más asequible narrativamente hablando. Pero no por ello
pierde sus señas de identidad. Su retrato de la aventura funciona a los dos
niveles:
Lo exterior se cuenta de una forma impactante que extrae lo mejor de los grandiosos paisajes, cruzados por las luces de esos argonautas. Lo interior, se desliza en la dimensión espiritual, esa que nos hace perdernos entre sensaciones envolventes y admitir que nunca sabremos cual será el próximo paso. La fastuosa fotografía y el hipnótico sonido son las acuarelas con las que se construye esta película que consigue colocarse en tierra de nadie para desde una localización casi abstracta, remitir a los grandes relatos de la mitología.
Sirat es una película importante de la que se pueden extraer
muchos motivos de reflexión, la desmitificación de las narraciones clásicas, la
imposibilidad de vivir al margen del sistema, los cambios en el sistema de
colonización. También es una experiencia audiovisual de extraña hermosura,
factura artesana y escenas impactantes. Y, sobre todo, tengo la sensación de
que es una de esas obras que dialogan de tu a tu con cada espectador.
Una lección de cine. Una lección de como contar historias.
Comentarios