TEATRO: LOS DOS HIDALGOS DE VERONA de William Shakespeare

 

Director.-

Declan Donnellan

Intérpretes.-

Alfredo Noval. Manuel Moya. Goizalde Núñez. Irene Serrano. Rebeca Matellán. Antonio Prieto. Jorge Basanta. Prince Ezeanyim. Alberto Gómez Taboada. 

Nos encontramos ante la primera obra de Shakespeare que se conoce. Debió escribirla siendo muy joven. Todavía no se había especializado en sus sólidos dramas ni en sus grandes tragedias, pero está claro que la comedia se le daba bien desde el principio. Aun así, me sorprende ( conocía la obra pero no la recordaba ), con que claridad asoma, en el entorno festivo general, algo tan importante en algunas de sus obras posteriores como la perversidad de la traición.

No es una obra menor. Sí una obra joven, fresca. Y uno de esos textos que nos invitan a recordar que, con lo importante que es la risa, nunca deberíamos infravalorar a quienes la consiguen.

La Compañía Nacional de Teatro Clásico apuesta esta vez, y no lo hace muy a menudo, por un texto extranjero, y para dirigirlo invita nada menos que a Declan Donnellan, que ya había ofrecido en el mismo lugar, su versión de La vida es sueño. El resultado, lo adelanto me parece magnífico, más redondo que con Calderón, a fin de cuentas trabaja con material para él más cercano.

Como es habitual en este director, su propuesta huye de lo arqueológico. El vestuario es contemporáneo, el escenario limitado nos deja ver las tripas de la sala, utiliza referencias tan cercanas como el deporte doméstico, e incluso un karaoke en una se las escenas más divertidas de la representación.... Juega con la presencia de los personajes en el escenario de una forma casi constante, incluso haciéndoles intervenir en la organización de las escenas y consigue con eso darle a la pieza la agilidad que necesita.

Donnellan  entiende perfectamente que se encuentra ante una comedia y que su principal función es divertir. Para ello, su dirección es meticulosa en gestos, en movimientos, e incluso introduce dos intermedios cómicos donde Goizalde Núñez está magnífica. 

Para que un ejercicio así funcione, es imprescindible contar con la colaboración de un reparto comprometido y dispuesto a pasárselo bien. Puedo decir que pocas veces recuerdo ver un conjunto tan homogéneo, capaz de darle entidad a cualquier personaje por episódico que sea. Siempre es injusto destacar, pero en este caso, me resulta difícil no señalar el descubrimiento de Alfredo Noval, moviéndose con comodidad en múltiples registros.

Los dos hidalgos de Verona, brillan en esta propuesta como una fiesta gozosa y divertida, y, como siempre ocurre con el humor, inteligente. Una maravilla, de estas que nos recuerda que nunca podemos infravalorar aquello que nos hace reír: es lo más difícil.

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