España 2024
Antonia Zegers. Elvira Lara. Mamen Camacho. Pedro Romero. Lorena Aceituno. Estefanía de los Santos. Delfina Guzmán. Blanca Kovacs. Sebastián Haro.
Empezaré contando que con Los Tortuga me ha ocurrido algo poco habitual: he llegado al cine sin tener prácticamente ninguna información sobre la trama de lo que iba a ver. Hoy día, con la cantidad de información que nos llega por todos lados, esa inocencia es algo casi imposible. Pero cuando ocurre, es un ejercicio muy positivo que nos evita cualquier idea preconcebida y nos deja disfrutar de la película desde un estado de expectativa y sorpresa.
O tal vez el ejercicio en este caso haya sido tan positivo porque lo que me he encontrado es una preciosidad como esta.
Todo comienza en un pueblo de Jaén durante la recogida de la aceituna y la fiesta de Navidad. Es también una despedida. Anabel, que está a punto de entrar en la universidad, se irá con su madre, taxista en Barcelona, a vivir a esa capital..
Allí, la relación entre madre e hija alcanzará una densidad que no tenía hasta entonces. Hay cosas que no comparten, la forma de afrontar la perdida de su padre y marido respectivamente, el valor de la educación a la hora de creer en el futuro y la aceptación del sacrificio ajeno. Pero también hay otras que les unen y es el valor del amor, la preocupación por la otra y la mutua necesidad.
Sólo con esa fuerza, podrán sobrevivir a la precariedad de una vida al borde, agravada por una amenaza de desahucio. Y lo harán, con la ayuda de sus amigos y su familia y sin olvidar que los orígenes, la tierra, siempre acudirá en nuestra ayuda si sabemos cuidarla.
En un entorno que podría ser sórdido, lo que realmente encontramos es la ternura de la solidaridad, la amistad, los momentos que merecen la pena, el cariño, la amistad.... Funes trata con delicadeza a todos sus personajes y los observa con cercanía íntima y con una sensibilidad transparente.
Además, Los Tortuga está muy bien escrita. El guion mide perfectamente los retazos de las historias a contar para sugerir sin abrumar, equilibra lo esencial con lo más banal necesario para retratar la vida, es capaz de dibujar todas las relaciones sin subrayados y, sobre todo, centra su película en la construcción de los personajes. Esto último permite unas interpretaciones excelentes, homogéneas, en las que nos encontramos con la frescura de la debutante Elvira Lara y, sobre todo, con una Antonia Zegers que lleva a cabo una gran construcción tan minuciosa como vital.
Salí de ver la película de Belén Funes, con la seguridad de que es una película importante, extrañamente hermosa y que merece ser recordada por todas aquellas personas que pueden verse retratadas y a quienes recuerda que siempre, siempre, queda un reducto para la felicidad. Gracias a la directora por haberla convertido en cine.
Público

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