Alemania 2023
Aliocha Schneider. Agathe Bonitzer. Argyris Xafis. Miriam Jakob. Wolfgang Michael. Marisa Triantafyllidou.
Los mitos constituyen los cimientos de nuestra civilización. En ellos se definen y nacen como tales, sentimientos como el amor, la ira, los celos, el odio, y también por supuesto el desconcierto ante la caprichosa intervención del destino en la vida de los hombres.
Cuantas historias parten de ellos, cuantas veces los hemos visto interpretados, versionados y parodiados incluso. Que pocas con el rigor y la pureza de esta obra de Schanelec.
Su propuesta busca una actualización muy libre de Edipo, no tan centrada en la culpa como en el drama de la ignorancia. Como en tantas ocasiones han hecho otros, la directora busca traerlo a nuestros días, pero no por ello lo vulgariza como ocurre tan a menudo. Su propuesta es arriesgada, rigurosa y sorprendente.
En primer lugar, la narración huye de los caminos comunes o de la facilidad. Frente a propuestas llenas de acción y de palabras, Schanelec elige utilizar para hacerla avanzar, los momentos que nunca se cuentan, esos que generalmente transiciones entre un suceso y otro, generalmente compuestos de quietud y silencio; salvo en algunos puntos determinados, serán estás las piezas que, siempre sin información complementaria, nos ofrezca para que podamos construir la historia. Una forma pasiva y extraña pero que funciona.
Como consecuencia de lo anterior, hay pocas palabras, apenas unas cuantas en los cien minutos que dura la cinta. Además, en lo que se refiere a la gramática visual, se opta por una visión pictórica, tanto en las imágenes más corales como en los fragmentos de interior, consiguiendo tener siempre presente la búsqueda de la belleza. Y esas pinturas, estarán plagadas de símbolos de todo tipo, desde el color rojo de la vestimenta del desencadenante de la tragedia hasta que esta estalla, hasta un ratón compañero, unas gafas, unos pies heridos, esos coros silenciosos que son sólo miradas o los pasos siempre sin rostro que no dejan de caminar hacia adelante. La forma de contar es tan artificial como artística y, en este sentido, la imagen del atropello en la segunda parte es un ejemplo tan inteligente como depurado.
Todo lo anterior le otorga a la película solemnidad y distancia. La coloca en la posición de un obra cerrada en si misma y por eso, libre de avanzar sin explicaciones cuando lo considera necesario, de hecho, son muchas las ocasiones en que nos sorprende, no tanto con lo inesperado, sino frente a lo esperado.
Y luego esta la música ¿ hay algo más cercano que este arte al lenguaje de los dioses?. Las ilustraciones musicales que, sin reglas aparentes pero de una forma totalmente orgánica, adornan la narrativa, constituyen otro elemento perfecto para elevar la historia.
Hace un año que esta película se estrenó en nuestro país, y debió durar diez minutos en la cartelera. Sólo el reconocimiento de Caimán Cuadernos de Cine me ha llevado a perseguirla hasta encontrarla en Filmin. Entiendo que pueda causar rechazo ante un espectador que se exija engarzar todas las piezas, comprender todos los símbolos y otorgar trascendencia a cualquier decisión. Música es una película cerrada en si misma, consciente y con sus propias reglas. Por mi parte, descanso en la narrativa, dejándome atrapar por su riqueza y lo extraño de su lenguaje; acepto la propuesta de su directora, y a cambio, encuentro una de las películas más fascinantes de los últimos años y una de las mejores reconstrucciones de las historias que fueron la génesis de nuestra sociedad.
Público

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