Director.-
Helena Pimenta
Intérpretes.-
Gloria Muñoz. Juana Cordero. Marta Poveda. Gabriela Flores. Luisa Martínez. Mariano Llorente. Concha Delgado. David Luque. Agus Ruiz. Carmen del Valle. José Luis Alcobendas. Javier Lago. Andrea Santos. Juan Carlos Mesonero
Historia de una escalera es sin duda una obra icónica en la
historia teatral de nuestro país. Fue Premio Lope de Vega en 1949, y en la
distancia sorprende la valentía del joven Buero Vallejo para poner sobre el
escenario la miseria de una sociedad que, no sólo no había salido fortalecida
de la Guerra Civil, sino que las úlceras habían seguido pudriéndose hasta
gangrenarse en una absoluta falta de esperanza.
Precisamente, es importante tener en cuenta que la obra no
contenía una lectura abiertamente política sino que su crítica iba mas allá,
desde el realismo de la crónica. El autor siguió escribiendo y se convirtió en
uno de nuestros dramaturgos más destacados, pero nunca olvido utilizar sus
obras para defender a los desheredados que no preocupan ni a los unos ni a los
otros.
El contenido de la que nos ocupa es conocido: en un edificio
conviven varias familias cuyos destinos se cruzan en tres épocas que van desde
antes de la contienda a diez años después de la misma.
Ahora es teatro de repertorio. ¿ Antigua? Quizás. Pero no
por ella menos válida, tal vez con una mayor carga de melodrama que entonces.
La versión de Helena Pimenta es realista y fiel, sin
intentar evitar esa pátina que deja el tiempo. De hecho, algunos de los
recursos que utiliza, la muestran como una pieza de museo, y la resurrección se
lleva a cabo con respeto, con unos medios magníficos ( nada menos que
diecisiete actores ) y una dirección meticulosa.
Podemos por lo tanto disfrutar del texto y recordar que
Buero era un excelente artesano teatral, con un dominio absoluto de la acción,
y que por eso esta pieza sigue desarrollándose ligera sobre las tablas sin que
apenas nos enteremos de que pasa el tiempo.
La he disfrutado. No es obviamente un descubrimiento ni
cuenta con un montaje rompedor. Es nada menos que buen teatro, del de siempre.
Ese que el público agradece agotando las localidades día tras día, escuchando
en respetuoso silencio y aplaudiendo a rabiar al final.
Deberíamos reivindicar más, mucho más a nuestros clásicos contemporáneos.
Fueron muy importantes y aún tienen mucho que contar.
Público
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