Varias editoriales
370 páginas
Llevo desde el verano, hablando de los libros que estoy descubriendo con motivo del desmantelamiento de la biblioteca de mi padre, libros que, no sé por qué, no leí entonces, autores a los que no dediqué la atención que merecían.
Entre ellos, me sorprendió especialmente Elena Quiroga, de
quien Tristura me pareció una maravilla. También comenté aquí Algo pasa en la
calle y Viento del norte. Y me encuentro ahora con La Sangre. No puedo evitar
pensar que no entiendo como esta novela no está consideraba una de las grandes
obras de la literatura en castellano del siglo pasado. Estoy fascinado.
La historia tiene lugar en un caserón de Galicia, escenario
único ya que el narrador omnipresente es un gran castaño que se encuentra en
una ubicación preferente, cerca de la entrada a la finca y de la torre en la
que moran sus habitantes. Desde allí, nos irá contando la travesía de esta
familia, de cuatro generaciones empapadas por una especie de maldición y
enriquecida con la historia de aquellos que trabajan a sus órdenes.
Lo impresionante es que la autora, no perdiendo en ningún caso
la coherencia que se materializa en distancia y retazos, así como en ausencias,
consigue trazar una narración completa y compleja, llena de detalles y capaz de
una definición meticulosa de cada uno de los muchos personajes que pueblan la
novela.
Además, el lenguaje es preciso pero está envuelto en una
poesía íntima que parece contar siempre a media voz y desde el corazón.
Son muchas las cosas de las que Elena Quiroga habla aquí, y poniéndola
en contexto, deberíamos de decir de las que se atreve a hablar. La Sangre es
carnal, expuesta, brutal en ocasiones. Afronta temas como la lucha de clases,
la injusticia social, los matrimonios por conveniencia. Y al mismo tiempo
ofrece una crónica que desde el siglo anterior al suyo, llega hasta el prólogo
de la Guerra Civil.
Lo he dicho al principio. Me parece una novela magnífica,
por lo que cuenta, por sus decisiones de como contarlo. Una obra sin embargo,
olvidada.
A veces tengo la sensación de que son algunos libros los que
nos buscan a nosotros. A este lo he hecho esperar, tonto de mi, pero me ha
esperado, quizás para llegar en el momento en que era capaz de apreciarlo.
Ahora seremos amigos para siempre.
Público
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