Francia 2024
Felix KySyl. Catherine Frot. Jacques Develay. David Ayala. Tatiana Spivakova. Jran Baptiste Durand. Sebastian Faglain. Salome Lopes.
Volviendo de ver Misericordia me preguntaba que es lo que hace que una película me resulte incómoda. Creo que lo principal es la falta de información, no saber que es lo que está ocurriendo o no tener datos suficientes para entender las relaciones entre los personajes; en segundo lugar, no me siento cómodo cuando tengo que navegar entre cambios de tercio sin saber muy bien que me tengo que tomar en serio. Los excesos de otro tipo, sólo me incomodan cuando tengo la sensación de que existe una vocación de provocar, aunque lo cierto es que, si lo consiguen, me quedo extrañamente vinculado a la obra.
Mucho de todo esto me ha ocurrido en esta película.
En primer lugar, todo comienza cuando un joven regresa al pueblo donde al parecer vivió, no sabemos hasta cuando, para asistir al entierro de quien, sabremos más tarde, fue su jefe en una panadería. La viuda del difunto lo acoge con cariño, no así su hijo ni un buen amigo de este, sobre todo cuando el visitante decide quedarse indefinidamente. Desde el inicio percibimos que las relaciones subterráneas entre todos ellos, son tan ambiguas como confusas.
A partir de ahí, e inesperadamente, tendrá lugar un suceso trágico ( anda que no estoy teniendo cuidado con hacer spoiler ) y, durante la investigación del mismo, también inesperadamente, un extraño sacerdote, buen amigo de la viuda, sorprenderá con su posición frente al forastero.
Como he dicho, falta mucha información y la que se proporciona a destiempo, no es generosa. Eso exige una atención concentrada en una actitud de buena disposición para admitir movimientos extraños de policías que se cuelan en casas al anochecer y mujeres que salen en camisón y bata de madrugada a la calle.
Podríamos comparar Misericordia con una versión de Teorema de Passolini en la que Guiraudie vulgariza al personaje central y, por ende, a la colección de afectados, quizás porque finalmente llegamos a la conclusión de que no nos movemos en la abstracción sino en intereses muy prosaicos por parte de todos. La vertiente moral de la historia es moralmente insultante, no existen más barreras que el deseo inmediato de cualquier ser humano y sus necesidades individuales.
El director utiliza un escenario muy francés, esa campiña donde tan buenas historias oscuras nos contó Chabrol, pero lo pervierte, y nos hace sentir la extraña sensación de estar perdidos en un lugar que conocemos. Consigue escenas intelectualmente muy potentes en un devenir ágil y siempre imprevisible, y suponemos que, debajo de la capa evidente, hay un humor sacrílego.
Es un ejercicio, o al menos lo es para mi. Un proceso de reconstrucción personal que nos concede una última sorpresa: la de descubrir que al final, nada es tan complejo cuando vemos el conjunto con distancia y no pretendemos comprender cada uno de los detalles.
Supongo que mi valoración final es positiva. Incluso consideraría Misericordia importante. Ahora bien, lo de recomendarla sin paliativos, ya es otra cosa. Y eso sí, que nadie se lleve a engaño: en toda la película no hay un sólo personaje que resulte mínimamente simpático.
Público
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