Dirección y versión.-
Lucía Miranda
Intérpretes.-
Carolina Yuste. Mamen García. Miriam Montilla. Carmen Navarro. Marcel Mihok
He leído siempre con emoción a Carmen Martín Gaite,
especialmente sus últimas novelas desde Nubosidad Variable y La
Reina de las Nieves ( ambas homenajeadas en esta representación ). Recuerdo
Caperucita en Manhattan como un divertimento encantador que disfruté, primero
yo solo y luego con mis hijas; en este cuento estaba toda la elegida ingenuidad
de su autora y su sencillo alegato por la libertad y la lucha contra el miedo a
la aventura de vivir.
Me encanta que este sea un año de recuerdo, y me encanta que
tanto esta Caperucita como El cuarto de atrás ( la otra propuesta del Teatro de
la Abadía sobre su obra ) hayan vendido todas las entradas antes de estrenarse.
Y quizás por eso, también me habría gustado salir más feliz de la
representación que, rodeado de un público entusiasta, viví ayer tarde.
La historia que Martín Gaite nos cuenta aquí es la de Sarah
Allen, una niña de Brooklyn cuyo mayor deseo es poder ir a visitar a su abuela
en Manhattan sola. Por supuesto lo conseguirá, cargada con su cesta y su tarta
de fresa, y conociendo en el camino nada menos que a Mr Wolf. Lo que convertirá
su viaje en una aventura inolvidable será la oportunidad de conocer a Ms
Lunatic, una anciana que tiene mucho que contar sobre la Estatua de la Libertad.
La propuesta de Lucía Miranda es colorista, vital, fresca.
Estéticamente traviesa y divertida. Cuenta con elementos encomiables como una
inteligente escenografía, la música en directo, delicada iluminación, y un buen
conjunto de intérpretes ( en especial Carolina Yuste, cada vez mejor actriz ).
Pero yo me encuentro con dos escollos:
El primero es con la voz, creo que microfonada o
distorsionada en algún momento ( no sé realmente cual es la razón ), al
principio me cuesta entender lo que se dice en el escenario. Me supone un
problema a la hora de entrar. Me siento incómodo.
El segundo es la narrativa. Creo que todo está muy centrado
en la idea principal y su encantador envoltorio, pero la narración no se
desarrolla correctamente, estás desequilibrada en alguna de sus piezas y hay
baches en una representación que apenas dura noventa minutos.
Repito, hay mucho bueno, la propuesta es un chute de
alegría, y los aplausos al final fueron contundentes. Como digo tantas veces
cuando esto me ocurre, quizás simplemente he tenido un mal día.
Suena raro pero en este caso os recomiendo: no me hagáis caso.
Público
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