Reino de Cordelia
230 páginas
Conocí a Roberto Esteban en Niños de Tiza, una magnífica
novela negra que bebía de los clásicos. Y bebía muy bien. También me sirvió
para descubrir a David Torres del que luego leí otras cosas que me gustaron
mucho como Punto de Fisión, la fascinante rareza que fue Palos de Ciego o Todos
los buenos soldados.
Parece lógico por lo tanto que fuese un regalo saber que
Esteban regresaba en Nieve Negra.
El exboxeador es ahora portero de discoteca a las órdenes de
La Viuda, una anticuaría con redes en la delincuencia y mano de hierro. La
confluencia de búlgaros, latinos y orientales es un importante caldo de cultivo
para que todo explote a su alrededor de Roberto . El cruel asesinato de la nieta de su jefa
le obligará a volver a ponerse en activo.
La he devorado en tres días. De nuevo Torres escribe con la
atmósfera de Hammet o Chandler, de nuevo hay en su historia justicia y
nostalgia. También hay una trama bien estructurada que combina a un asesino en
serie con luchas de bandas por el territorio. La creación de personajes es
magnífica, creando una mitología con mucha personalidad y múltiples
referencias.
Pero me pasa una cosa rara con este libro. Generalmente
pensamos que a muchos les sobran páginas, y sin embargo, en este yo creo que le
faltan. De hecho confirmé que en Niños de Tiza se superaban las cuatrocientas
cuando este apenas alcanza las doscientas treinta. El contenido es mucho, hay
muchos personajes, acciones cruzadas, situaciones a desarrollar… y tengo una
sensación constante de rapidez y de falta de profundidad.
El resultado es bueno. No es buenísimo. Y las piezas que es
capaz de poner sobre la mesa son fascinantes. Quizás soy muy exigente con un
escritor como Torres que me parece excelente y un referente del género.
En cualquier caso, seguiré esperando sus novelas y sin
perderme ninguna.

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