España 2024
Laura Weissmahr. Oriol Pla. Giannina Fruttero. Julia Maes. Magali Heu. Belén Cruz
El instinto maternal es a una madre como el valor a un soldado: se le supone. Seguramente esto es algo injusto ya que obliga, nada menos, que a unos sentimientos de una generosidad absolutamente pura, en una situación de cambio muy exigente para cualquier mujer.
Últimamente hay obras que reivindican la aceptación de la realidad, frente a momentos de desesperación ante ese nuevo ser humano que necesita su total disponibilidad.
Además, ante la fragilidad del recién nacido, se despierta un nuevo terror, ya que todo puede constituir una amenaza y una madre se convierte en la absoluta responsable de su protección.
Salve María parte de esas dos ideas, pero quiere ser contundente, y por ello, opta por convertir esta historia en una especie de thriller psicológico, tomando incluso elementos de los cuentos de terror gótico.
La madre es una mujer culturalmente avanzada, una escritora, con un matrimonio aparentemente sano y compartido. Lo que comienza en lugares comunes de la desigualdad cotidiana por el reparto de tareas ante la nueva situación, va avanzando hasta aislar a la protagonista convirtiéndola en un personaje desconcertado y temeroso, porque sus sentimientos están lejos de lo que se supone que debería sentir. Además, frente a los peligros que pueden atacar a su hijo, le aterra pensar que su posición no sea de víctima sino de verdugo.
Mar Coll escribe un guion meticuloso que no teme avanzar hacia lo onírico, con escenas potentes como esa que marca el tono de la cinta con la ayuda de un cuervo negro ( magnífica ), o la de la confesión, o las que ya en el clímax se corresponden con el viaje y los sueños. Narrativamente nos lleva de la mano, con rigor y sin piedad. Además, consigue crearnos una incomodidad constante, una sensación de peligro. Y mirando hacia atrás, los que somos padres no podemos olvidar que estuvimos allí y quizás descubramos que, lo que algún día nos asustamos de sentir, era simplemente humano.
Salve María es valiente hasta el límite, extrema, casi sacrílega, y consigue lo que se propone, sacudir al espectador. En su absoluta credibilidad tienen mucho que ver las interpretaciones, la de un Oriol Pla que siempre está bien ( y cada vez mejor ) pero sobre todo, una sorprendente y desconocida Laura Weissmahr capaz de transmitir la absoluta fragilidad de una mujer en ese lugar donde se asoma a la locura.
Sin duda una de las grandes películas del año.
Público
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