NOVELA: IMPOSIBLE DECIR ADIOS de Han Kang

 

Penguin Books

250 páginas

Disponible en ebook

¿Cómo se puede salir de un libro con la sensación de haber estado en un lugar extraño donde no nos hemos sentido cómodos pero al que queremos volver?. Posiblemente nuestro extrañamiento se deba a la sensación de no ser capaz de atrapar lo que acabamos de leer, sin tener la libertad que nos dan prosas asumidamente alejadas de la realidad. Porque la narrativa de Kang es meticulosa, minuciosa en el detalle, Sin miedo a detenerse. Y eso nos hace perder ligereza e intentar pegar los pies a la tierra para comprender la intención de la autora.

Posiblemente la intención de su autora no sea tan contundente como la nuestra.

Todo comienza con una bellísima imagen bellísimamente descrita, y esto será algo que en ningún momento abandonará las páginas de este libro, la belleza. La prosa de Kang se coloca en la levedad de la nieve que tiene una presencia protagónica y constante, y con ello traslada una fragilidad que parece también ser el estado constante de la narradora, a la que fácilmente identificamos con la propia Kang. 

Esa fragilidad parece convertirse en inseguridad frente a una situación que, desde lo cotidiano, la visita a una amiga accidentada y recluida en un hospital que le pide que un favor incómodo pero no difícil, se va oscureciendo hasta nacer a una extraña y nueva luz, misteriosa pero cálida. Y desde ahí, se asomará a otro firmamento, la Historia, en el lugar en que esta se construía desde la crueldad de algunos seres humanos.

Muchos elementos diferentes, y una diferente realidad. Porque Kang nos propone una realidad literaria, aquella que puede vulnerar la comprensión y existir a diferentes niveles sin necesidad de imponerse sino simplemente existiendo.

Como decía, se habla de brutalidad. Algo se nos anuncia en la referencia a un libro recién publicado por la protagonista, pero será otra la que escucharemos de boca de su amiga y de los materiales y los recuerdos que atesora de su madre. 

Y lo importante es que esa crueldad convive con pequeñas historias de personas corrientes, y las masacres suceden sin afectar al entorno, dejando que sigan pasando los días, que salga el sol, que baile el mar y que anochezca. Nada diferente más que la sangre de inocentes que nunca volverán a estar vivos.

Kang ha ido de lo íntimo a lo histórico para regresar a ese lugar. Y nos lo cuenta, desde la lucidez, desde la belleza, desde la libertad. Pero también, creo, desde la fragilidad. En esa perspectiva, que surge a medida que escribo sobre ella, me siento más cómodo, pensando que la autora se ha entregado a un ejercicio para ella necesario, desde la sinceridad y la exposición como sabe hacerlo: a través de historias.

Comenzaba hablando de mi desconcierto, escribir sobre ello me ayuda a acercarme, no por ello deja de ser una lectura tan difícil como gratificante. Volveré a Kang, pero volveré con otra visión, y quizás, poco a poco, pueda acercarme cada vez más hasta llegar a percibir su plenitud. Sé que está ahí. A veces la literatura es un camino hacia su propio interior.

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