Director.-
Beatriz Jaén
Adaptación.-
Joan Yago.
Intérpretes.-
Julia Roch. Carmen Barrantes. Jordan Blasco. Pau Escolar. Laura Ferrer. Manuel Minaya. Amparo Pamplona. Julia Rubio. Andrea Soto. Peter Vives
Últimamente son varias las novelas que han sido adaptadas al
teatro. Recuerdo especialmente la versión que ofreció Carmen Portacelli de La
Casa de los Espíritus, con un importante punto en común con esta Nada: asumir que
para contar una novela donde ocurren muchas cosas, una opción es mantener su
carácter literario y optar por contarla ( en este caso la omnipretente
protagonista ), creando casi una lectura escenificada. Y para ello, igual que
ocurría con la teatralización de la novela de Isabel Allende, el escenario del
Maria Guerrero se convierte en un espacio plural de asumida abstracción, capaz
de ser el lugar donde sucede cualquier acción.
Creo que ya he contado alguna vez que leí Nada relativamente
tarde, hace uno o dos años. Y no recuerdo cual era mi expectativa, pero sí que
me sorprendió su crueldad. De hecho, el comienzo me pareció casi un gótico en
el que, posteriormente, el misterio se sustituía por miseria. La versión
teatral es fiel a este tono, la casa de la calle Aribau donde Andrea, la
narradora, pasará un año de su vida, es una cueva de dolor y rencores donde
cada personaje expone sin pudor lo peor de sí mismo. La agresividad, la violencia
verbal y física, están presentes desde el primer minuto.
Está claro que hablamos de los años de postguerra, pero en
la novela sentía que me faltaba contexto, más allá del hambre, la pobreza y la
miseria moral de unos personajes que se habían quedado sin espacio definido,
posiblemente por no haberlo tenido cuando deberían de haber actuado. De hecho,
no es fácil ubicarlos entre ambos bandos. Pasa lo mismo en esta versión. Y
quizás el hecho de circunscribir la crónica a un espacio íntimo la concentra,
multiplicando su sordidez.
Julia Roch realiza una labor titánica. Durante las tres horas que dura la función, no abandona la escena ni un segundo y, sobre todo, no para de hablar, siendo ella quien nos cuenta toda la historia. La actriz es la punta de lanza de un reparto muy equilibrado en el que me encanta recuperar a Amparo Pamplona.
Con esa combinación de acción y palabra, tengo la sensación de que la traslación de novela a teatro se lleva a cabo de una forma muy orgánica, definiendo muy bien personajes y tramas, pero sin olvidar crear esa corriente interna de desesperanza y tristeza que empapa la obra y, seguramente, empapó también esos años para muchos.
Un aspecto a comentar es sin duda la duración. No es frecuente hoy día asistir a obras que alcancen las tres horas ( más allá de los musicales ), y sin embargo esta demuestra su ambición sin miedo, deteniéndose lo que considera necesario incluso en los últimos momentos. Es cierto que hubiese ganado con pequeños recortes: en concreto la última escena con la madre de Ena peca de melodramática, y la conversación final entre las dos amigas es reiterativa.
Pero es algo menor. Nada es un excelente espectáculo
teatral, valiente, imperfecto, lustroso desde su iluminación a una magnífica
escenografía y una música totalmente evocadora. Es teatro referente, del que
lamentablemente no vemos a menudo.
Se recordará.
Público
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