Sajalín Ediciones
250 páginas
La lectura de Flores Extrañas se produce como consecuencia
del enamoramiento de La reina del islote de piedra. Me atrapó
entonces la capacidad de Ryan para retratar el paisaje moral y sentimental de
la Irlanda rural, su precisión a la hora de dibujar a sus personajes y, a pesar
de no evitar zonas oscuras, la ternura con la que empapaba toda la narración.
Flores Extrañas se desarrolla en el mismo entorno. Dividida
en varias partes con títulos de los libros del Antiguo Testamento, las dos
primeras nos cuentan la desaparición y el regreso de la única hija de unos
humildes aparceros, y lo hace con esa sabiduría capaz de penetrar en el
interior de las personas y con una prosa cálida, íntima.
A partir de ahí, con la misma forma de contar, me voy
sintiendo algo desconcertado, principalmente por la sensación de que la
narración se va alejando del foco, en un caso incluyendo un texto ajeno a la
propia historia y obligándonos a mover nuestras perspectivas fuera de la
linealidad.
Si nos acostumbramos a aceptar que esta es la novela de su
autor y que es el quien decide, avanzaremos de nuevo y, de alguna manera, regresaremos al principio, eso
sí, con una visión diferente que por el camino ha roto algunas convenciones.
Llego al final con la tristeza de terminar un libro que me
gusta, pero también con la sensación de que el autor esta vez no lo ha puesto
fácil y de que debo de dar mi opinión, sin red, sin guía, con la misma valentía
que él ha tenido en su escritura.
Pues bien, tengo que decir que finalmente me quedó con
Flores Extrañas en su intención de narrar varias vidas eligiendo aquellos
acontecimientos que quiere contar, porque tampoco la vida es algo lineal sino
todo lo contrario, y la posibilidad de que nuestras expectativas se vean
transformadas es casi siempre una realidad; me quedo con Ryan que es capaz de
entregarnos su propio hogar, su paisaje, pero abriéndolo en aquellas costuras
que nunca habríamos imaginado; me quedo con Moll, con Alexander, con Joshua,
Kit, Paddy, Ellen…. esos personajes que son personas. Y sobre todo, me quedo
con esa prosa que cuenta y abraza, que crea belleza en cualquier lugar.
La lectura no tiene porque ser un ejercicio fácil. Lo
importante es que sea un ejercicio valiente y generoso. Y nosotros decidiremos
si hacerla nuestra. Para mi, Flores Extrañas es un sí. Y volveré, lo sé, a
Donal Ryan, porque de alguna manera, me ha hecho sentirme muy cerca.
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