CINE: MEGALÓPOLIS de Francis Ford Coppola

 

USA 2024

Adam Driver. Nathalie Enmanuel. Giancarlo Esposito. Aubrey Plaza. Shia LeBeouf. Jon Voight. Dustin Hoffman. Talia Shire. Kathryn Hunter. Grace VanderWaal. Laurence Fishburne. Chloe Fineman. Romy Mars. Sonia Ben. Jason Schawartzman. Isabelle Kuzman. Balthazar Getty. James Remar. 

Hay películas frente a las que parece que sólo cabe situarse en uno de los dos extremos: o se la considera una obra maestra o un desastre. En el primer caso, incluso se vaticina que, en un futuro, será reivindicada como se merece.

Desde su esperado estreno en Cannes, Megalópolis es una de esas películas. Y, como me ocurre a menudo, yo no me encuentro ni en un sitio ni en el otro. Aunque reconozco que la última propuesta de Coppola tiene un grado de locura y de provocación suficiente para poner al público en la tesitura de pensar si nos encontramos ante un derroche en el vacío o ante un atrevimiento que sólo un genio puede afrontar.

La película parte de la idea de asumir que la civilización que conocemos ha alcanzado el grado superior de decadencia. Para que todo sea más obvio, la antigua Roma se convierte en referencia transparente, tanto en nombres como en escenarios y disfraces, planteando una mezcla que en ocasiones está al borde de la maravillosa extravagancia y otras del ridículo.

El combate para la salvación, se produce en el seno de la gran ciudad, y lo pelean, por un lado los viejos poderes representados por el alcalde, y por otro, un arquitecto visionario, vanidoso, egoísta y genial, que ha creado un nuevo material capaz de cambiar la vida desde sus cimientos. La batalla se verá invadida por nuevos contendientes, también por una historia de amor y el poder que el protagonista tiene para detener el tiempo.

Coppola cita a Shakespeasre, a Marco Aurelio y a muchos otros, sin embargo, la película siempre se queda en la superficie en lo que se supone son sus postulados pretendidamente filosóficos. En mi opinión está más cerca de un carísimo cómic que de la distopía. Y también creo que es eso lo que pretende el director: un festival netamente cinematográfico.

Desde ese punto de vista, Megalópolis sería una gozada que se haría perdonar la condescendencia de su guion, por unas imágenes a menudo impactantes y una dirección artística descarada y brillante, sin complejos. Y, francamente, no somos nadie para exigirle a un creador lo que no ha querido darnos.

Las dos horas y media se pasan sin problema, es fácil quedarse enganchado en la pantalla donde la historia sólo pierde peso en algún momento del segundo tercio. No es una película que vaya a dejar huella en la historia del cine como lo hicieron muchas otras de su autor, pero tampoco es, ni mucho menos desdeñable.

¿ Que quieren convertirla en cine maldito?. Estoy seguro de que Coppola no dejará de reírse.

Público

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