María Vázquez. Adriana Ozores. Aimar Vega. Blanca Apilañez. Ferrán Rañé. Camille Figuereo.
Ha tardado muchos años Celia Rico en dirigir su segunda película a pesar del éxito que en su día tuvo Viaje al Cuarto de la Madre. Quizás el motivo fuese la coherencia de esta directora a la hora de afrontar historias poco frecuentes en nuestras pantallas.
Y sí, coherencia es lo que demuestra con Los Pequeños Amores, ya que esta podría formar un díptico con la anterior.
En ambos, se trata de fotografiar la relación entre una madre y una hija. En la primera, la progenitora tenía que acostumbrarse a la ausencia. En esta, ambas vuelven a tener que convivir durante unas vacaciones a causa de un accidente casero de la mayor.
Tengo la sensación de que la directora ha avanzado en su depuración y en el riesgo. Antes había cierto desarrollo argumental aunque fuese mínimo. Aquí el conflicto es prácticamente inexistente, por otro lado, en un presente absoluto, no tenemos más información sobre los personajes que la que aparece tangencialmente en alguna conversación o algún gesto. En resumen, contemplamos un trozo de vida, de verdad, meticuloso, delicado, cierto.
Para ponerlo en pie, hacían falta, de nuevo, dos actrices totalmente comprometidas. Adriana Ozores y María Vázquez toman el relevo de Lola Dueñas y Ana Catillo para ofrecernos un ejercicio interpretativo absolutamente perfecto.
Los Pequeños Amores es lo más parecido a un vaso de agua. Fresco, transparente y con la simple belleza de lo cotidiano.
Sólo nos queda esperar no tener que volver a esperar tanto.
Público
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