Zac Efron. Jeremy Allen White. Harris Dickinson. Hot McCallany. Maura Tierney. Lilly James. Aaron Dean Eisenberg. Michael Harney. Stanley Simons.
Para entender el poco éxito de esta película en nuestro
país, sólo puedo pensar en el escaso interés que aquí existe por la lucha
libre, y en lo que se refiere a EEUU, donde tampoco me consta que haya tenido
una carrera destacada, a que quizás se haya estrenado fuera de fechas. No puedo
comprender que no destaque como una de las cintas del año ni que sus
intérpretes y su guion no estén presentes en todos los premios de la temporada.
Es magnífica. Lo digo desde el principio.
Los países jóvenes tienen que crear su propia mitología. EEUU lo es, y su literatura, con la grandeza de un Faulkner o un Steinbeck, ha trabajado para ofrecernos un Olimpo tan amoral como el de los dioses griegos pero más sucio, una vez que ha pasado por este mundo, bajando a tierra y condenado a que este sea su infierno.
El cine es donde mejor expresa su historia, aunque aquí los héroes, dirigidos a un público más plural e ingenuo, si mantengan la grandeza de los primeros western, donde la masculinidad es una referencia de fuerza, de honestidad y de victoria.
El Clan de Hierro, avanza sobre esos héroes pero ya no es tiempo de juegos de niños. La vida ya ha demostrado que ningún país es lo suficientemente intocable y que los héroes tienen muchas veces pies de barro. Lo que los escritores antes citados y dramaturgos como Willians o Miller se atrevieron a hacer, lo hereda Durkin en esta lectura de esta familia.
La historia de los Von Enrich, una institución en el mundo de la lucha libre, compuesta sólo de hombres inmersos en una masculinidad exigente y tóxica ( recuerdo otra película igual de valiosa y también sobre el deporte, Foxcatcher ) donde la fuerza está basada en el esfuerzo físico elevado al extremo y la ambición del triunfo, se enmarca a la perfección en esas sagas que tanto abundan en sus historias, donde la familia, para lo bueno y para lo malo, es la institución nuclear desde la que impulsar a sus componentes a lo mejor y a lo peor.
Además, el wrestling es una metáfora perfecta de la creación de un entorno teatral y risible en la distancia, pero real para muchos, donde el valor del triunfo se sobrepone a todos los demás y donde el físico masculino adquiere una categoría de sobreexposición obscena de fuerza.
En el centro, un patriarca tiránico y omnipresente, a su lado una mujer no sumisa sino cómplice, cuatro hijos empapados del concepto más radical de familia, y cubriéndolo todo, una maldición que nos recuerda la mitología ancestral que late en el fondo de todas las historias de lucha.
Uno de los principales valores de la propuesta es la solidez
con la que el guion desarrolla cada uno de los personajes, entidades
independientes que encajan a la perfección en el conjunto y que se hacen tan
reales que es imposible no sufrir con ellos. Porque El Clan de Hierro es una
historia llena de dolor y de furia. Pocas veces había visto en pantalla tanta verdad
a la hora de narrar el sentimiento de amor fraternal entre hermanos. Pocas
veces esa relación me había emocionado tanto.
El otro valor a tener en cuenta es, sin duda, la
interpretación. Quizás la mayor sorpresa sea Zac Efron, como lo fue por ejemplo
en su momento nuestro Mario Casas. No sólo está perfecto tanto desde el punto
de vista actoral como físico, casi recordándonos transformaciones como la de De
Niro en Toro Salvaje, sino que está contenido, apostando por la interiorización
de su personaje. Pero sólo es uno más de un conjunto en que todos,
absolutamente todos están perfectos, y con Maura Tierney demostrando lo que es
el talento.
Creo que El Clan de Hierro es una de esas grandes historias americanas que nos cuentan un país grande y contradictorio, un paso más en esa mitología de héroes rotos.
Lo importante, es ser capaz de otorgarle la grandeza al relato, al tiempo que se muestran sus heridas y su anacrónica fragilidad. Difícil y doloroso equilibrio que Sean Durkin consigue en esta excelente película.
Público
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