TEATRO: EL TRAJE de Juan Cavestany

 

Dirección.-

Juan Cavestany

Intérpretes.-

Javier Gutiérrez. Luis Bermejo

Cuando un éxito se repone más de una década después, se encuentra ante dos circunstancias a tener en cuenta: por un lado, hasta que punto las circunstancias sociales frente a las que la obra responde no son tan diferentes que es posible que lo que se cuenta haya perdido parte de su potencia, por otro, la evolución del propio hecho teatral, frente a lo que en algún momento pudiera haber resultado sorprendente.

El Traje tiene doce años y, yo no lo recordaba, pero fue en su día un gran éxito. Desde un planteamiento cercano al absurdo pero suficientemente creíble, Cavestany enfrentaba a dos personajes vulgares, patéticos hasta rozar un poquito la caricatura, pero tristemente reconocibles en una sociedad dirigida por el dinero hasta alcanzar los límites donde la corrupción, a cualquier nivel, se ha convertido en una forma de vida. No sé si hoy día el entorno social es el mismo de entonces, me gustaría pensar que hemos adquirido cierto grado de sofisticación.

De este autor, me quedé totalmente fascinado por Gente En Sitios y su colección de viñetas de un surrealismo cotidiano. Verguenza es también un logro en forma de series de televisión. Y ha habido otros como Penumbra en teatro. El propio Cavestany ha ido en muchos de sus textos más allá de lo que iba en esta obra.

El Traje comparte con ellas el extrañamiento ante lo conocido y la forma de enfrentarse al ridículo sin demasiados complejos. También la lucidez de los diálogos. Posiblemente sea la falta de empatía del autor en este caso con sus personajes ( ante el resto siempre le había sentido cierta compasión que aquí no encuentro ), el caso es que aquí no hay ni magia ni poesía, hay aridez. No es algo negativo. El texto, muy inteligente y va proporcionando poco a poco la información, pero personalmente siento cierto desequilibrio entre decirse por la extravagancia o buscar amarres en la realidad.

La función que dirigida por el propio autor, está interpretada por dos actores que, se nota, tienen machacados sus personajes, y los interpretan con un exhibicionismo dedicado a conquistar al público, algo que consiguen desde el primer segundo. 

La sala está llena todos los días y la gente no para de reír para romper al final de su corta duración ( poco más de una hora ) en aplausos. Personalmente creo que es un buen ejercicio teatral, me ha interesado más que divertido, y en mi apreciación hay también un punto de arqueológico al pensar en el teatro que puede ser un referente de una época y que se niega a ser simplemente entretenimiento.

Aun así, espero cosas nuevas de un autor que me ha fascinado muchas veces y en el que no hace falta volver al pasado porque espero que tenga todavía mucho que darnos en el futuro.

Público

    


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