Hitoshi Omika. Ryo Nishikawa. Ryuji Kosaka. Ayaka Shibutami. Hazuki Kikuchi. Hiroyuki Miura. Yoshinori Miyata. Takuma Nagao. Taijiro Tamura.
Como nos anuncia el título de esta película, hay lugares en el planeta donde parece que el mal no existe.
El escenario de esta pequeña historia es un pequeño pueblo en las afueras de Tokyo, donde sus habitantes viven en total armonía con una naturaleza hermosa y salvaje que los acoge como una divinidad generosa y protectora. Ellos responden con un cotidianismo respetuoso y agradecido. Con que precisión nos transmite Hamaguchi el día a día de este lugar, sus acciones más o menos repetitivas pero realizadas con cariño, las relaciones entre sus vecinos.... y, sobre todo, la belleza de lo que les rodea.
A partir de aquí, el argumento no es nuevo, y, tristemente, resulta hoy día muy real. Una empresa interesada en recibir subvenciones del estado, pretende construir en esas tierras un complejo de un nuevo modelo de turismo denominado gampling ( camping y glamour ) que traería diferentes problemas a la zona. Convencer a los vecinos no será fácil y, por el camino, serán los enviados de la empresa promotora quienes lleguen a plantearse muchas dudas sobre su propia existencia.
Este tipo de historias que tantas veces hemos visto y escuchado, tendrían legitimidad para repetirse una y otra vez, pero además en este caso, lo que la hace singular es la forma en la que el director nos la cuenta. Como ya ocurría con Drive my car, Hamaguchi nos ofrece una narrativa orgánica, formada de diferentes piezas cada una con su propia entidad. El mal no existe es de nuevo una película perfectamente consciente de si misma y por ello se permite una libertad absoluta que persigue la belleza y la poesía visual y sonora, sí, pero que la rompe continuamente con cortes bruscos que no permiten que el espectador descanse en lo fácil.
Posiblemente esa brusquedad, llega a su zenit con un final inesperado y sorprendente, pero que si lo interpretamos simplemente desde el punto de vista narrativo, encontraremos mucho más comprensible. Me contaba una empleada de los Cines Renoir ( ese pequeño paraíso ), que muchas personas salen pidiendo instrucciones para entender lo que ha ocurrido en los últimos minutos y que, a pesar de ello, reconocen haberse sentido fascinados.
Y es que lo que hemos visto es casi siempre inesperado. Pero ¿no lo es la vida tantas veces? ¿ tiene la vida guion?. Hay ocasiones como esta en las que llego a la conclusión de que la ficción no es más que un camino para enseñarnos a ver la realidad, recordándonos que nuestra existencia no discurre en una pantalla y que no por ello es menos apasionante.
Creadores como Ryusuke Hamaguchi nos lo recuerdan.
Público
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