Director.-
Nelson Valente
Intérpretes.-
Alicia Borrachero. Ben Temple. Manuela Velasco. Joan Bentallé. Cristina de Inza. Anna Moliner
Algo que siempre me atrapa de los dramaturgos americanos
considerados clásicos ( Williams, Miller, Albee, Wilder… ) es su magnífico
manejo de la estructura dramática, su capacidad de desarrollar conflictos desde
una estructura perfecta donde el diálogo y la acción fluyen sin fisuras y la
tensión está perfectamente graduada.
Esta característica está también presente en Un delicado
equilibrio, una obra que desconocía y donde, una vez más, Albee dinamita las
estructuras familiares tradicionales y nos muestra la podredumbre de los
cimientos que sostienen una continuada vida de pareja. Creo recordar que es de
Tolstoi la frase que se repite aquí y que habla de la monotonía de las familias
felices. Posiblemente la duda del autor y si puede existir algo así como una
familia feliz, lejos de las convenciones propuestas por una sociedad acomodaticia
y cobarde.
Agnes y Tobías son un matrimonio quizás complejo pero en
apariencia equilibrado. Aceptan incluso las notas disonantes que provocan una
hermana alcohólica y una hija en su tercer divorcio, pero ese equilibrio tan
delicado, se verá profundamente afectado ante la extraña visita de sus mejores
amigos.
Como he dicho antes, Albee compone a la perfección el
recorrido dramático, sobre todo centrándose en el desarrollo de sus personajes.
Cada uno de ellos es perfecto en su complejidad, sus inseguridades, sus
miserias y su necesidad de salvación. Conocemos vestigios del pasado por el que
han llegado a ser como son. Somos conscientes de, sí, la precariedad del
equilibrio….. ¿o no?.
La versión que se nos ofrece, saca lo mejor del texto y
consigue una fluidez que hace que se superen las dos horas sin baches.
Contribuyen unas interpretaciones muy potentes, en especial la de Alicia
Borrachero, perfecta y llena de matices y la de Ben Temple, desnudo en su fragilidad.
Me sorprende una magnífica Manuela Velasco a la que quizás encuentro algo
juvenil para el personaje. Sólo un pero: la visita de los amigos no alcanza el
nivel perturbador necesario, incluso puede confundirse con un recurso de
comedia y así respondieron algunas risas del público, puede ser un problema de interpretación
o de dirección pero le resta intensidad al conjunto.
Pero en general, tengo la sensación de asistir a una muy
buena noche de teatro de texto, una propuesta clásica que tiene algo de mirada
hacia atrás pero que es totalmente actual, tanto en una mirada al mundo y sus
convenciones como, si nos atrevemos, en una mirada más individual e interior
que nos recordará que todos tenemos nuestros propios fantasmas.
Bravo
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