224 páginas
Disponible en ebook
A finales de los ochenta, Luis Landero hizo uno de esos debuts sorprendentes en literatura con Juegos de la edad tardía, a una edad avanzada.
A partir de ahí, con cierta periodicidad, nos ha seguido ofreciendo historias con muchos puntos en común: sus protagonistas son personas corrientes a los que, en muchos casos podría clasificarse de vulgares si no los engrandeciese la mirada del escritos; siempre hay un tono de irónica ternura con un humor triste, y su narrativa se contagia de un ligero atisbo del esperpento valleinclanesco. Nos habla de lo que tenemos cerca o de lo que tuvimos cerca, porque la nostalgia y lo añejo están también siempre presentes.
Su prosa es rica, cuidada, heredera de los grandes novelistas nacionales que desde Cervantes, Galdós, Baroja.... se preocupan de hacer buena literatura. Es una gozada leerlo.
En esta ocasión, La última función parece un homenaje a la España Vacía que se desarrolla dentro de la lucha que ya comienza sabiéndose fracasada pero que no por ello renuncia a un último respiro. Dos personajes, un hombre que soñó con ser actor y una mujer que soñó con ser feliz, se cruzan por una extraña coincidencia del destino cuando él estaba poniendo en pie su última locura. A su alrededor muchos personajes secundarios con sus pequeñas historias, que podrían estar o no estar pero que, ya que están, se disfrutan.
La última función es tristemente hermosa, sabiamente ligera, ni mejor ni peor que otras de las piezas que han ido engrosando el catálogo de su autor y que nos hablan de sueños no cumplidos, de la felicidad tenue de los fracasados, y que lo hacen desde la literatura, sin pretender ser otra cosa que una colección de cuentos que nos habla de la vida.
Siempre disfruto a Landero, pero quizás me gustaría que un día recuperase la ambición de aquella novela que nos lo dio a conocer.
Público
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