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Perdí a mis padres hace unos años y con pocos meses de diferencia. Mi padre llegó al final tras un deterioro bastante duro, fruto de un ictus y de la pandemia. En el caso de mi madre, ese recorrido, sin duda deterioro, fue más suave y tuvo mucho de viaje a un territorio desconocido donde sólo ella habitaba y del que nosotros sólo recibíamos algunas pistas conocidas, ahora en improbables combinaciones. De todas maneras, para mi fue un periodo triste incluso en los momentos más tiernos y divertidos.
El personaje central de Las Gratitudes, está en esta etapa, y lo hace con algunas similitudes a lo que yo viví, sobre todo en lo que se refiere a su relación con las palabras, y sin embargo, he sentido todo de una forma totalmente diferente.
La autora habla, como en el título, de agradecimiento, de llegar al último capítulo habiendo hecho el bien en muchas ocasiones y, consecuentemente, recibiendo la gratitud de aquellos que lo han recibido, pero también, con la capacidad de seguir agradeciendo. Su lectura es la de una cadena de bondad, que, si somos capaces de tener la humildad y la inteligencia de valorar, cambiará totalmente la perspectiva que tenemos de ese final.
La obra es minuciosa y delicada, hermosa y contenida. Se lee, se respira. Me hubiese gustado haberla leído antes, nunca es tarde.
Público
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