POESÍA: MEADOWLANDS de Louise Gluck

 

Visor

157 páginas

No soy lector habitual de poesía, creo que ya lo he comentado alguna vez. Supongo que me falta el reposo suficiente con el que se debe de entrar en este tipo de literatura. Intento de todas maneras acudir de ves en cuando, con tranquilidad, al reposo que ofrece. Así en los últimos tiempos he disfrutado ( tarde, lo sé ) de aquellos autores que podría haber descubierto en años de colegio ( Vicente Alexandre principalmente ) y de otros que en la actualidad son capaces de contemplar este caótico mundo con una mirada limpia y sabia.

Louise Gluck es una de esas escritoras que le debo al Nobel y a mi curiosidad ( sumemos Herta Muller, Jelineck, Tokarczuk… ). Lo hice con un primer libro, creo que se titulaba Una vida de pueblo. Y me quedé enganchado en su artificiosa sencillez y su capacidad para poner la vida en palabras. Luego Noche fiel y virtuosa, era una colección más libre y más reflexiva e íntima sobre el paso del tiempo y la llegada de la vejez.

Ahora Meadowlands. De nuevo, Gluck nos ofrece su poesía narrativa y, de nuevo, avanza sobre propuestas anteriores. En este caso, los personajes de La Odisea le sirven de referencia para hablar de una pareja que se disuelve, de las ruinas y los sueños, de los restos que pueden encontrarse en las cosas sencillas. Capaz de barcular entre el amor desteñido y la rabia que asoma, entre la culpa y el odio, perfecta en su descripción de ese estadio tan confuso, ese campo de batalla que incluye la derrota de todos los combatientes.

Es un conjunto a varias voces, posiblemente más sofisticado que mis lecturas anteriores. Esto no hace que pierda su pureza aunque en algunos momentos la sequedad de las palabras nos detenga y nos coloque en una situación incómoda, desconcertados, pero siempre llega a salvarnos la sabiduría.

Porque para esta mujer, la poesía parece ser una forma sabia de contar la verdad, entendiendo como tal lo que ocurre por dentro y por fuera, lo que deseamos que ocurra o lo que nunca ocurrió. Y para ordenar esa masa inmensa que se llama vida y depurarla, convierte las palabras en herramientas a las que dota de toda su grandeza.

Desde el sosiego de descansar en sus versos, sólo me queda la paz y la gratitud.     

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