Random House
700 páginas
Disponible en ebook.
Cormac MacCarthy es considerado desde hace tiempo uno de los
grandes de la literatura actual. Sin embargo en mi caso, sólo me emocionó con
la magnífica La Carretera, el resto de sus novelas no consiguieron engancharme.
No lo he seguido, y por lo tanto no era consciente de que
llevaba al parecer quince años sin publicar. Ahora llega un díptico formado por
lo que se presenta como dos narraciones diferentes, El Pasajero y Stella Maris
que, personalmente, creo que no se deben de leer de forma independiente. Y lo
que nos ofrece, es un inmenso ejercicio literario, atrevido, potente, singular
y elevado. Nada menos.
Vamos por partes. Los protagonistas son dos hermanos, Bobby
y Alice. Cada uno protagoniza una de las unidades aunque ambos estén presentes
en las dos, ya que es su historia la que se nos cuenta.
La primera, El Pasajero, comienza como un thriller de
apasionante premisa. Y hay que decir que los tramos en los que se vuelve a esta
línea vertebral, son magníficos en lo que son las líneas definitorias del
género. Hay tensión y misterio, aunque su resolución, entenderemos después, no
tiene porqué llegar porque no es lo realmente importante sino sólo el
andamiaje. También se intercalan, en formas de encuentros del protagonista con
algunos conocidos, diálogos que son reflexión y crónica sobre algunos aspectos
que van desde la transexualidad al desarraigo, tan sólidos y tan bien
construidos que cada uno de ellos es una pequeña obra maestra. Como tercer
elemento de esta parte, aparecen las alucinaciones de Alice que, siendo la
aportación que menos me interese, no lastra el conjunto.
Lo más sorprendente para mi en El Pasajero es como consigue nuestra
vinculación con Bobby, siendo realmente él el tema y motivo. La sensación que
al concluir tenemos de conocerlo, es plena.
Stella Maris se estructura de una forma muy diferente. Es
una sucesión de diálogos entre Alice y su terapeuta una vez que ella ha decidido
voluntariamente internarse en el psiquiátrico que da nombre a esta parte. Alice es un genio de las matemáticas y la abstracción conceptual hará que no siempre
sea sencillo entender sus palabras, y sin embargo, el autor consigue que sea
apasionante y que lo sigamos hasta el final, siendo conscientes de que no
siempre nuestro nivel de comprensión va a ser el mismo.
Y creo que esta últimas conclusión, supone la esencia de
este libro: se propone la lectura como experiencia, y esa experiencia es, como
cualquiera, desigual, flexible, subjetiva. McCarthy entra en un diálogo con su
lector, un diálogo exigente pero generoso.
Al final, creo que este díptico es una historia de amor, la
de dos niños perdidos, marcados por la profesión de su padre y por una
inteligencia quizás demasiado desarrollada. Dos retratos múltiples. La historia es concreta pero su
autor ha decidido una forma de desarrollarla que se vincula a nuestra
participación. Lo he dicho al principio: un ejercicio literario
Y también lo he dicho al inicio: el resultado es apasionante.
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Público
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