NOVELA: HIJOS DE LA FÁBULA de Fernando Aramburu

Tusquets

320 páginas

Disponible en ebook

El Fernando Aramburu que más me gusta es el más fabulador, aquel que aparece en novelas como Los ojos cerrados, Bami sin sombra o, la última de ese ciclo, La Gran Marivian.

Por supuesto, Patria es una novela tan lograda narrativamente como importante, y los cuentos que componen Los peces de la amargura fue en su momento un ejercicio magnífico de literatura y valentía.

Sin embargo, tengo ciertos problemas con aquellas de sus obras en que el tono se acerca al humor, me refiero a Viaje con Clara por Alemania, Los vencejos y esta. No me cuestan e incluso me siento cómodo con su agradable ternura y su apego a la sonrisa, pero no puedo evitar en muchos momentos pensar que hay cierto nivel de intrascendencia. Y sin embargo, al final de la lectura, cuando pienso en la obra en su conjunto, sí percibo su relevancia.

Asier y Joseba son dos novatos recién integrados en ETA y trasladados a un refugio en Francia cuando la organización decide el abandono de las armas. Como consecuencia, se quedan sin conexión, instrucciones ni recursos. Lo que no se quedan es sin la ilusión y las ganas de mantener su lucha. Y desde su ingenuidad y su falta de formación, inician un nuevo proyecto, con mucho de esperpento, al tiempo que recorren con infinitas dificultades y pobres resultados, el camino de regreso a casa.

La narración está llena de pequeñas anécdotas y personajes secundarios, mientras que los dos protagonistas van conformando una versión patética de El Gordo y El Flaco. La prosa de Aramburu es como siempre cotidiana y exquisita. Las pequeñas aventuras se leen sin cansancio y, casi, siempre, como ya he dicho antes, con una sonrisa. Pero no puedo evitar dudar de si todas son necesarias o podrían eliminarse algunas sin problemas ni orden, porque ninguna destaca realmente por su importancia.

Es al final cuando tengo la sensación de entender la importancia de lo que nos cuenta. Hijos de la fábula habla de aquellos que se lo creyeron, que pensaban que podían ser héroes y a los que su ilusión e ingenuidad convirtió en marionetas tristes por cuyo fracaso y frustración nadie se hizo responsable. El humor ante algo tan grave, no es una frivolidad sino una manera de dessacralizar a quienes algún día se creyeron dioses y poner ante sus ojos lo a veces ridículo de su autoimpuesta grandeza.

La literatura es en ocasiones una forma de intervención, la cultura en general. Cuentan con todo mi respeto y admiración quienes en este país tuvieron que sufrir esa guerra escondida y cruel que dejó muchas más víctimas de las que se cuentan. Aramburu además es un gran escritor y siempre contará con mi simpatía. Tengo la sensación de que voy a leerlo siempre aunque algunos de sus libros me gusten más que otros.

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