España 2022
Noemie Merlant. Nahuel Pérez Biscayart. Quim Gutierrez. C Tangana. Enric Auquer. Natalia de Molina. Bruno Todescini.
Un año, una noche, se abre con una secuencia difícil de
olvidar: una pareja, envueltos en las túnicas doradas que proporcionan las
ambulancias, caminan por la noche de París rumbo a su refugio, después de haber
vivido una tragedia tan feroz como incomprensible. En su camino se cruzarán con
otras figuras, ataviadas igual, que caminando o en autobús, habitan como ellos
las calles, un cortejo de incongruentes ánimas desconcertadas.
A partir de ahí, Isaki Lacuesta se sumerge en el día a día
de lo que vino después y las diferentes maneras de afrontar lo sucedido. Desde
el trauma y desde la aparente indiferencia. Porque el día que nuestra vida
cambia para siempre, no es más que un día normal, como también lo es el día
siguiente, y el de después. Y la vida parece no transformarse sino sólo
continuar con la misma cadencia. Somos nosotros los que tenemos que sanar para
seguir subidos al tren y hacerlo de la mejor manera posible, desde la expresión
o desde el silencio, sin que existan recetas correctas.
En un montaje importante y riguroso, la historia vuelve en
ocasiones al pasado, a veces como fogonazos, otras con un desarrollo mayor,
construyendo la peripecia de esta pareja, dándole la densidad suficiente para
que entendamos su drama. Y en su mitad, todo se dobla, se pliega en si misma y
nos abre la mirada a la ficción para hacernos comprender que el dolor es algo
mucho más grande de lo que imaginamos.
El atentado de Bataclán creo que fue modélico en su
tratamiento por parte de los medios de comunicación. Al menos yo no recuerdo
ningún exceso morboso en el recuento de los horrores. Lacuesta, asume la
función de entregarnos una crónica íntima y lo hace con un guion cuidado y
lento, cuidado en el detalle y con la serenidad de utilizar el tiempo necesario
y hacer que la película funcione como un conjunto que sólo puede sentirse de
verdad al alcanzar el final y percibir la emoción que hemos ido acumulando
durante sus dos horas. Eso sí, con una caligrafía llena de hallazgos como la
primera escena ya citada o la separación a través de la puerta de cristal.
Creo que es importante que seamos capaces, en un mundo que
se ha vuelto tan políticamente correcto que en ocasiones no es capaz de
respetar el dolor, de recordar cada filamento de cualquier tragedia
acercándonos a la vertiente humana individual, al dolor creado en cada corazón,
a cada ser humano particular. No olvidar eso es lo más importante. Y Un año,
una noche, nos ayuda, sin duda.
Público
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