TEATRO: EL ENCANTO DE UNA HORA de Jacinto Benavente

 

Director.- 

Carlos Tuñón

Intérpretes.-

Patricia Ruz. Jesús Barranco.

Cada vez que veo el éxito de una obra de un autor como Pablo Messiez ( reciente ), o Pablo Remón, no puedo evitar pensar que se trata de herederos de algunos de nuestros clásicos ahora tan poco valorados como Mihura, Jardiel Poncela o Benavente. Que difícil poder disfrutar ahora alguna de sus obras mientras aplaudimos a sus descendientes. 

El Teatro Español afronta sin complejos la celebración del aniversario del autor de Los Intereses Creados. Lo hace de forma original, con un conjunto de lecturas dramatizadas y la puesta en escena de una de sus obras en apariencia menores, huyendo de la grandilocuencia y apostando por un camino diferente. Una vez disfrutada, creo que el Premio Nobel estaría sorprendido y satisfecho.

La Sala Margarita Xirgu permite un teatro íntimo, cercano. Desde que entramos, y nos reciben con un algodón de azúcar, sentimos un ambiente festivo, un poco ingenuo y un poco antiguo. En el escenario, los restos de una feria, habitados por varios personajes aislados. A nuestro alrededor, una música que mezcla lo hortera con lo disco, el bolero con el musical más clásico. Y comienza la pieza, el encanto de una hora que durará justo eso, una hora.

La obra original es más breve, pero su director decide tomárselo con calma. Los protagonistas son dos figuras de porcelana que, por una noche, serán humanos. Descubrirán el placer de la vida. Pero también su fragilidad, los anhelos de los seres humanos que siempre desearemos un fuego que arda sin detenerse y que no deje resquicio al miedo, y el cansancio del vacío. Sus frases son hermosas desde el punto de vista literario, y, aunque pocas, pronto descubrimos la verdad que hay detrás. Breve y certero. 

Al principio me cuesta la separación entre lo que se ve y lo que se cuenta, y siento la amenaza de cierta intrascendencia, y sin embargo, pronto me atrapa la delicadeza, y sí, el encanto de este pequeño juguete lúcido y precioso. La pareja es perfecta, pero es Patricia Ruz quien nos lleva de la mano con una interpretación tan maravillosa que nos recuerda que no hay papeles pequeños.

Y en una sorprendente coda final, Carlos Tuñón, envuelve el paquete al hacernos ver que no sólo la vida es fugaz, sino que también, efectivamente, lo es el teatro.

Esta versión de El encanto de una hora nos devuelve a un autor que nunca debería de olvidarse, pero también nos sirve para recordar las muchas obras de algunos de nuestros dramaturgos, esperando que alguien las resucite. Y que lo haga como en este caso, con respeto, ternura y amor.

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