720 páginas
Disponible en ebook.
Entré en esta larga novela esperando una rápida evasión después de lecturas más densas. Ya conocía a Camilla Lackberg y la considero una autora eficaz dentro del nordic noir. Siempre me transmite una sensación muy televisiva ( no sé si se entiende ) , de rápido consumo pero siempre correcta y entretenida. En principio no falla. Lo diferente en este caso era que la autoría era compartida y que el número de páginas estaba muy por encima de otras veces.
Pues bien, esperaba un entretenimiento leve y me encontré más. La historia comienza por supuesto con un crimen cruel y bizarro, una mujer es asesinada en la caja de espadas tan frecuente en los espectáculos de ilusionismo. Ante las dificultades que plantea el caso, la policía, y en concreto la agente protagonista, decide pedir ayuda nada menos que a un mentalista del show business. A partir de ahí se desarrollará una trama por supuesto rocambolesca pero mucho de bueno dentro.
Independientemente de que creo que en este caso, existe un mayor estudio de los comportamientos humanos y de las mil facetas de nuestra mente, creo que lo más relevante en este proyecto es su adscripción a las novelas vocacionalmente narrativas, a las grandes historias. Existe un desarrollo pausado de la trama a través de sus personajes principales, todos ellos tendrán su historia, y el conjunto parece acercarse a lo que nos enseñaron desde los tiempos clásicos los grandes contadores de historias.
El resultado llega a resultar apasionante, pero la paradoja es que no lo es tanto por la trama policiaca, que sí consigue engancharnos, sino por el desarrollo de esas vidas particulares, con sus anhelos, sus miserias, sus alegrías y sus tristezas. Al final tengo que reconocer que, lo que menos me interesa, es la compleja y algo increíble resolución.
El disfrute de El Mentalista no ha sido por lo tanto sólo superficial. Ha sido una de esas largas zambullidas en las letras, que tanto me gustan y que siempre me recuerdan a mis primeros descubrimientos, cuando aprendí que este era uno de los mayores placeres de los que el ser humano podía disfrutar.
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Público
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