La pintura de Frida Kahlo siempre me había causado rechazo. Me parecía un mosaico sobre el dolor, casi masoquista. Sin embargo, la exposición en la Casa de México ofrecía la oportunidad de ver obras originales de una artista de posición universal.
Después de recorrer sus treinta y una pinturas originales y noventa fotografías que componen la muestra, de leer las frases que las acompañan en las paredes y de seguir los textos explicativos, mi opinión es totalmente diferente.
Me he acercado a la intimidad poética de una creadora que adoraba la vida a pesar de sus propias limitaciones y que era capaz de colorear el dolor e incluir ingenuidad estética en la tragedia. Entiendo hoy su pintura como un grito de libertad, su revolución, su capacidad de contar. Puede ver sus alas, puedo verla volar.
Y sí, descubro además que Frida Kahlo era hermosa.
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