CINE: DRIVE MY CAR de Ryusuke Hamaguchi

 

Japón 2021

Hidetoshi Nishijima. Toko Miura. Reika Krishima. Masaki Okada. Sonia Yuan. Satoko Abe. Perry Dizon. Yoo Rim Park. Jin Yae Deon. Park Yu Rim

No me gustan, y aquí lo he comentado alguna vez, las novelas de Murakami que encuentro tan pretenciosas como tramposas. Sin embargo, hay dos películas basadas en algunos de sus relatos breves que me parecen hipnóticas en su contenido: Burning y esta.

En este caso, todo comienza con un prólogo de cuarenta minutos, previo a los títulos de crédito. Ahí conocemos a una pareja formada por un actor/ director teatral y una guionista de series de televisión. Intelectuales con una relación meticulosa y apasionada, tanto que permite los rincones oscuros sin que eso rompa la esencia de la pareja. Tan atados que el misterio se admite, al parecer, como un componente de la relación.

Años después, ya sí, dentro de la película, el protagonista acudirá a una residencia teatral en un festival donde deberá de dirigir una versión multilíngue de Tío Vania. Entre los participantes en esta aventura tendrán especial relevancia la chófer que pondrán a su disposición y un actor joven que conocía a su esposa y que le llevará a recordar lo que había entre ambos.

Hay valores fundamentales que contribuyen a que me apasione esta serena historia:

En primer lugar su apariencia. El director consigue que la estética de la cinta sea siempre delicada y hermosa. Hay equilibrio en todas sus imágenes, tanto en las panorámicas como en los numerosos planos de carretera y en las escenas de interior. Sin intentar resaltar un estilo, este se encuentra en su capacidad para compartir una mirada inteligente y que, como ya nos demostró en La ruleta de la fortuna y la fantasía, huye de toda agresividad.

Por otro lado, está fantásticamente escrita. Pocas veces he percibido una relación tan estrecha entre cine y literatura. Es tranquila, serena en su forma de contar, y sin embargo esa aparente calma cubre corrientes salvajes, las que se corresponden con la confusión de cualquier ser humano. Chejov es la referencia, no sólo por las veces que escuchamos su obra y por los ensayos y representación de la misma, sino también por esa capacidad de retratar la vida sabiendo que sus dramas no necesitan de dramatismo. Así se van sucediendo pequeñas historias alrededor del tronco central, cada una con su tiempo y su ritmo, mientras acompañamos al protagonista en este viaje del que el automóvil es metáfora y en el que terminará comprendiendo que las cosas a veces simplemente son. Y esta frase tan absurda en su obviedad, esconde la sabiduría de una vida.

La película deja preguntas sin respuesta, como cualquier obra que reconoce la madurez de su público. Y lo importante no es siempre encontrar las respuestas, no hacen falta. Lo importante es para mi haber compartido este viaje valiente, donde tres horas juntos no han necesitado golpes de efecto para que nos sintamos cómodos en el asiento privilegiado de quien ve y escucha.

Drive my car es importante para mi porque, algo que ocurre pocas veces, me ha hecho pensar, y sobre todo, entender el mundo de otra manera. Como hacía Chejov, y muchos otros. Tal vez dejar fluir la vida sea la forma más inteligente de disfrutarla.

Sí, creo que debo de darle una oportunidad a Murakami con los relatos, al tiempo que espero la próxima película de Hamaguchi.

Público

Comentarios