Denzel Washington. Frances McDormand. Alex Hassell. Corey Hawkins. Bertie Carvell. Brendan Gleeson. Kathryn Hunter. Miles Anderson. Harry Melling. Matt Helm. Moses Ingram. Ralph Ineson. Stephen Root. Briam Thompson. Scott Subiono. Lucas Barker. Sean Patrick Thomas
¿ Cuantas veces nos pueden contar la misma historia consiguiendo que la escuchemos con interés? ¿ cuantas versiones pueden existir del mismo cuento? incluso cuando las palabras que lo componen han salido de la pluma de un genio como Shakespeare, ¿ cuantos Macbeth hasta que nos agoten?.
A ojo, sin profundizar, recuerdo en teatro propuestas tan dispares como la de Alex Rigola o la que estrenó el espacio de La Pensión de las Pulgas. El de Helena Pimenta, el último, testamento de Gerardo Vera.... Y en cine, desde Orson Welles a Roman Polanski, desde Kurosawa ( mi favorito ) al protagonizado por Fassbender que introducía un prólogo interesante desde el punto de vista narrativo....
Ahora llega uno nuevo y sí, llega ya como una propuesta improbable: primera película de Joel Cohen sin su hermano, asunto absolutamente ajeno a cualquier cosa que haya realizado hasta ahora o que podríamos haber imaginado que llegase a dirigir y con una pareja protagonista bastante alejada en edad de lo que estamos acostumbrados en esos papeles. Suficientes circunstancias para mover la curiosidad ¿ el resultado?.
Volvemos al inicio ¿ cuantos Macbeth? o, mejor dicho, una vez que conocemos la historia casi al detalle ¿ que puede ofrecernos una nueva propuesta?, claramente, una lectura singular y, sobre todo, la puesta en imágenes, la ilustración de los hechos.
Cohen hace una lectura muy respetuosa del original, permitiendo que la belleza de las palabras llegue con claridad y transparencia, pudiendo apreciarse en toda su grandeza. Hay una aportación argumental que no voy a desvelar pero que genera una capa de maldad por encima de la del rey escocés. Pero lo que hace especial, muy especial esta versión de Macbeth es su propuesta visual.
El director opta regresar a los inicios del cine, con una inspiración clara en el expresionismo alemán. Rehúye los efectos especiales por una gramática casi artesanal y encierra la historia en una pantalla cuadrada y un blanco y negro, lleno de matices. Dentro de esta narrativa claustrofóbica, los personajes se mueven en grandes y frías estructuras arquitectónicas ajenas a todo lo decorativo, y cuando salen al exterior, encorsetados en la geometría con que se fuerzan los paisajes. Todo esto concentra la trama, la estrecha casi como si fuese una representación de cámara. Y a partir de ahí, va desarrollando las diferentes escenas con hipnóticos hallazgos visuales que consiguen sorprender siempre en una extraña belleza, con la textura de un cuento de terror.
Denzel Washington y Frances McDormand, improbable pareja, consiguen comerse la pantalla con una fortaleza pétrea. A su alrededor, un conjunto de actores que interpretan de una forma artesana, llena de matices, formando un conjunto grande y potente.
Joel Cohen parece comulgar con lo que decía al inicio: todos, o casi todos, conocemos la tragedia de Macbeth. Lo importante es la forma de contarla. Y el ha decidido hacerlo desde un lenguaje muy cinematográfico pero también muy manual, configurando una especie de comic oscuro, donde el ruido y la furia permanecen apretados entre palabras, lo que los convierte en una fuerza mucho mayor.
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