CINE: LA VIDA DE LOS DEMÁS de Mohammad Rasoulof

 

Irán 2020

ERhsan Mirhusseini. Shaghayegh Shoorian. Kaveh Ahangar. Alireza Zareparant. Salar Khamseh. Darya Moghbeli. Mahtab Servati. Mohammed Valizadegan. Mohammad Seddighrmehr. Jila Shahi. Baran Rasoulof. Zhila Shahi.

Disponible en Filmin

La vida de los demás es una película compuesta de cuatro historias, todas ellas alrededor de la pena de muerte, no tanto desde el punto de vista de la justicia en su aplicación, como de la visión de los verdugos. 

Con una narración minuciosa en lo cotidiano, su director consigue trasladarnos el horror de que, bajo esa capa de normalidad de cualquier existencia, se desarrolle el horror, ese que consigue banalizar el mal eliminando e incluso reduciendo la muerte de otro ser humano a un acto mecánico si ningún tipo de involucración personal ( el título original de la película es There is no evil ).

Los cuatro capítulos están en este sentido perfectamente ordenados, ofreciendo una clara continuidad a pesar de su independencia. Sin entrar en más detalle para no desvelar su contenido diré: que el primero es tan terrible como perfecto; el segundo, con un inicio de desarrollo teatral muy bien escrito, es quizás el menos redondo pero sirve de guía a los dos siguientes; y el tercero y el cuarto se moverán en el ámbito de delicados melodramas, funcionando uno como espejo del otro, muy bien narrados.

La escritura de Rasoulof es todo menos explícita. Hay que escucharla para ir desvelando cada una de sus historias y también para descubrir poco a poco la catarata de sentimientos que implican en sus personajes. Ausente de efectismos en un tema tan propenso a ellos, él único efectismo es la realidad. Su forma de filmar es sólida y elegante, pegada a sus personajes y acogiendo el mundo que les ha tocado vivir.

El mayor peligro de las obras compuestas de diferentes relatos, es el desequilibrio. Tengo que decir que en Las vidas de los demás, mi sensación es que, destacando el primero, ninguno de los relatos que la componen está por debajo de un nivel excelente. Sus dos horas y media no pesan en ningún momento.

Por último, decir que, si bien la cinta trata temas universales, la cámara se pega a la crónica social al tiempo que se recrea en el paisaje de sus múltiples escenarios, todo ello permite un retrato de un país al que su director mira con amor, sin duda, pero también con dureza. Una país hermoso que merecería un mayor respeto por la libertad de sus habitantes.

Mohammad Rasoulof está juzgado por su gobierno por películas como esta. Momentos en los que el cine, sin dejar de ser arte, se vuelve más necesario que nunca.

Público            


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