Adam Driver. Marion Cotillard. Simon Helberg. Dominique Dauwe. Latoya Rafaela. Kait Tenison. Rebecca Dyson Smith. Timur Gabriel. Devyn McDowell. Ornella Perl
Creo que el género cinematográfico menos respetuoso con la realidad es el musical. Ni la ciencia ficción, ni el terror, ni el propio James Bond, pueden superar el hecho de que ante una situación determinada, un personaje se ponga a cantar en plena calle sin sorprender a nadie; si encima se trata de un producto de tendencia operística, es decir, donde el diálogo hablado no existe, la cosa es aun más difícil.
Quizás por eso, hay algunos que lo disfrutamos y otros que lo odian.
Dentro del propio género hay también diferentes tipologías: el clásico "de toda la vida", las adaptaciones con música de éxito procedente de cantantes o grupos reconocidos, las propuestas modernas pero que innovan desde la aceptación de las reglas del género ( estoy pensando en, por ejemplo, Moulin Rouge ) etc etc.
Y luego están aquellos inclasificables, los que parecen responder al empeño de directores inclasificables por demostrar hasta donde se puede llevar el compromiso del público. Porque, por supuesto, para que esto funciones, es necesario alguien dispuesto a aceptarlo y creérselo.
En este caso, el maestro de ceremonias es Leo Carax, que parecía que con Holy Motors había llegado al límite.
Aquí nos cuenta una historia que comienza como un precioso romance por lo que tiene de romántico y de anacrónico. Él, un humorista provocador, ella, una delicada cantante de ópera. Carax maneja a la perfección imágenes y elipsis para que podamos compartir su pasión y su delicada ternura, hasta el nacimiento de su hija, Anette. A partir de ahí, comienza la caída, el desamor o el malamor, y llegará a su culmen en una travesía en barco tan fastuosa como teatral. Desde esa tramo, la cinta se convertirá en un camino oscuro, un descenso a la perdición y al dolor, acompañado de un ángel en forma de voz.
Lo evocador del relato, su capacidad para introducir en un paisaje actual coordenadas y texturas de cuento, lo traslada el director a un nivel de ilustración exuberante, hermoso y poético, impactante y, sobre todo, totalmente libre.
Anette es un musical, casi una ópera, pero como ninguno. Le ocurre lo mismo que pasaba con Bailar en la oscuridad, de Lars Von Trier: es tan inesperado como único.
Antes comentaba que este género, y más en estas propuestas rompedoras, exige mucho del público, pero para conseguirlo, tiene que darles mucho también. Carax paga con creces, rozando en muchas ocasiones la genialidad y siempre el máximo atrevimiento. ¿ Que otro director hubiese sido capaz de hacer que nos creyésemos y nos emocionásemos con esa niña ( no cuento más)?.
Muchos odiarán Anette. A mi me encanta.
Una pregunta antes de terminar ¿ alguien sabe si la película preferida del director es El Planeta de los Simios? . Empecé a pensarlo en Holy Motors.
Público
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