TEATRO: UNA NOCHE SIN LUNA de Juan Diego Botto

 

Dirección.-

Sergi Peris Mencheta

Intérprete.-

Juan Diego Botto

Enlazo el inicio de este comentario con algo que destacaba este año al hablar de Death of England, obra que el National Theatre inglés nos permitió disfrutar en streaming: un monólogo no tiene porque estar carente de acción. Aquel conseguía, gracias a un actor acrobático y a un escenario multiforme, convertirlo en un ejercicio agotador de vitalidad. Peris Mencheta consigue también que esta pieza, tan bien escrita, se convierta en una representación rica en hallazgos y con una agilidad que hace que las casi dos horas que dura se pasen sin que nos demos cuenta. Ayuda una tarima de madera que el protagonista va desmontando, un escenario tan original como inteligente.

El texto, que comienza con una broma metateatral de doble fondo, muy celebrada, nos presenta a Lorca hablándonos desde la tumba. Esta situación lo convierte en un personaje totalmente libre, un poco descarado, capaz de reírse de si mismo y muy lúcido en su análisis de la realidad. Un Lorca sorprendentemente divertido, muy muy divertido, de hecho la representación esta permanentemente coreada por carcajadas. Pero, muy importante, sin olvidar que por encima de todo, Lorca fue un poeta. 

La construcción no es narrativa ni realmente biográfica , es más una aproximación íntima en la que las supuestas divagaciones de Federico se combinan con alguna de sus entrevistas y discursos reales. Así obtenemos un perfil del escritor muy diferente al que, yo por lo menos, tenía, y que no se si será veraz o no, pero me gusta.

Que todo esto ocurra, que el escenario se llene de magia y sintamos que nos atrapan las palabras, que nos diviertan y nos emocionen, que nos duelan y nos acaricien, es posible gracias a que encima del escenario está un actor que es capaz de convertirse en su personaje, de mutar, de ser. Juan Diego Botto hace un ejercicio de conversión absoluta al tiempo que interrelaciona con el público. La corriente entre ambos es absoluta, feliz.

Pero hay un punto que, si no es capaz de ensombrecer un espectáculo tan hermoso, tan lleno de amor por el teatro, si impide, a mi entender, que sea redondo. Cuando acudo a un espectáculo con Botto y Mencheta, doy por hecho que va a tener un componente político. No es extraño y sí aceptable, la política existe. Pero en este caso, tras alguna orientación admisible, llegamos a un punto donde se utiliza la creación de un encontronazo con un personaje del público para hacer un retrato radical del opuesto, para elevar la crítica a la caricatura agresiva, y, sobre todo, lo que más me incomoda, apropiarse de Lorca

Bueno. Justo después de ese injerto tan fallido ( aunque al parecer muy divertido para el público ), regresa Botto a lo mejor del espectáculo, a un escenario plagado ahora de estrellas y donde las tablas se han convertido en la evocación de un barco de sueño. Nos va a narrar lo más doloroso, su muerte, y de nuevo nos envuelve la magia que el teatro consigue alcanzar en ocasiones. Nos duele pero entendemos que es un dolor compartido, que viene envuelto en palabras, y que nos ha hecho formar parte de una ceremonia donde la intimidad puede ser colectiva, porque a todos, de alguna manera, nos han acariciado el alma.

Público


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