TEATRO: LA CASA DE LOS ESPÍRITUS de Isabel Allende

 

Dirección.-

Carmen Portaceli

Versión.-

Anna María Ricart

Intérpretes.-

Frances Garrido. Carmen Conesa. Miranda Gas. Inma Cuesta. Jordi Collet. David Fernández. Gabriela Flores. Borja Lunar. Pilar Martín. Guillermo Serrano.

Llevar al teatro esta bestial novela de Isabel Allende parecía un empeño condenado al fracaso. Por su longitud y profusión de personajes y escenas, por su textura de realismo mágico, por su dinamismo.... Tal vez, pensaba, podría acercarse al público, conocedor ya de la obra, en un planteamiento más íntimo, como la reciente ( y acertada ) propuesta que hemos tenido recientemente con Pedro Páramo ( siendo esta, en cualquier caso, un texto más sencillo para este propósito ). Y sin embargo, tengo que decir, muy satisfecho, que la versión de La casa de los espíritus que se representa estos días en el Teatro Español de Madrid, es de los espectáculos más redondos que hemos podido ver últimamente.

El primer logro, y posiblemente la base del éxito, es la versión de Anna María Ricart. El acierto es optar por la narrativa, por la pasión por contar de una manera torrencial, feroz, enebrando sucesos y escenas que llegan a simultanearse, utilizando el monólogo o la interpelación al público cuando es necesaria, no intentando extender el realismo mágico más allá de las acciones que se muestran y se narran y de la poesía de las palabras pero sin pretender el tono onírico tan difícil de conseguir en el teatro cuando tiene que convivir con la narración. 

Para que todo sea coherente y encaje en un todo, se acierta también en convertir al personaje de Alba durante su encierro en la medium que dialoga con los fantasmas del pasado y va escribiendo el largo relato en su mente, hasta ese precioso final donde todo parece tener sentido. 

El segundo factor es, sin duda, la dirección escénica. Frente a la necesidad de recrear tantos lugares, se opta por un sencillo espacio rodeado de tres pantallas, con muy pocos elementos más allá de la profusión de sillas.  Con la ayuda de un acompañamiento musical completo, se consigue crear un no lugar abstracto pero con las suficientes referencias para acoger todas las ubicaciones necesarias.

La dirección de escena establece un movimiento continuo, una coreografía llena de detalles en la que se  consigue mover escenas simultáneas sin que en ningún momento exista ninguna confusión, todo lo contrario, la acción se va acumulando, avanzando sin freno pero con serenidad. Como se puede contar tanto con tanta fluidez y claridad. 

Y por supuesto, la tercera clave son quienes consiguen poner el pie este texto y esta representación, diez actores totalmente entregados y de una ductilidad absoluta. Carmen Conesa tiene el personaje más agradecido y lo borda con solidez, elegancia y ese largo vestido de sirena tan simbólico como eficaz. Miranda Gas está perfecta como una narradora entregada a sus propios descubrimientos. Pero si, de los tres actores que no doblan personajes, hay que destacar a alguien, es sin duda a Frances Garrido; está grande, totémico, gigante incluso, tanto en su vejez como en su juventud, en voz y en gesto, preciso y capaz de sostener todo el edificio escénico sobre sus espaldas. 

El resto de actores y actrices, se convierten, con inteligentes cambios de vestuario, en unos y en otros, son capaces de una mutabilidad perfecta y sin artificio, siendo artífices de la claridad de la narración y consiguiendo ser creíbles en todos los registros.

No hay espectáculo perfecto y más cuando es ambicioso, se le podría echar en cara a La casa de los espíritus ciertas obviedades en el discurso político marcadas por un sesgo ideológico ( chocante ese americano Capitán América ), pero es indudable que es infinitas veces más lo bueno que nos ofrece. Sin duda uno espectáculo grande, excelente, teatro de primera clase capaz de poner , como anoche, al público en pie, y de hacer que tres horas y media ( duración inusitada hoy día ) transcurran sin la necesidad de mirar el reloj.

Público

Comentarios