OPERA: PETER GRIMES de Benjamin Britten

 

Director musical.-

Ivan Bolton

Director de escena.-

Deborah Warner

Intérpretes.-

Allan Clayton. Maria Bengtsson. Christopher Purves. Catherine Wyn Rodgers. John Graham Hall. Clive Bayley. Rosie Aldridge. James Gilchrist. Jacques Imbraillo. Barnaby Rea. Rocio Pérez. Natalia Labourdette. Saul Esgueva

Descubrí tarde a Britten, su capacidad de transformar la música en una forma de comunicación que trasciende las palabras. No sólo transmite con ella sucesos y sensaciones sino que te hace sentirlo. Y siempre desde esa incertidumbre que habita dentro del ser humano y a la que se asoma en distintas profundidades.

Peter Grimes es un drama triste, la tragedia de un ogro que no quiere serlo pero a lo que le empuja su necesidad de buscar una forma de salvación en caminos equivocados. Habla también de la destrucción de la inocencia, no sólo la de esos niños del orfanato que se utiliza como mercancía sino también la del propio protagonista que sigue creyendo de forma ingenua en su posibilidad de futuro. Y es también un cuento negro, muy negro, sobre la necesidad de matar al monstruo para sentirnos vivos como comunidad.

Pero la música de Britten, el libreto, y la puesta en escena de Deborah Warner nos hacen dudar de quien es el monstruo. Ese pobre pescador, seguramente brutal pero anhelante de amor, o esa sociedad justiciera, capaz de aceptar la lujuria, la maledicencia y la casi esclavitud. 

Warner comienza la representación convirtiendo el juicio en una preciosa e inquietante escena onírica que parece ocurrir en el sueño de Britten. Pronto convertirá The Borough en un puerto que bien podría estar en una película de Ken Loach. Es un lugar ausente del romanticismo del mar, un barrio sucio para acoger a personas que parecen tener la misma miseria interior. Un lugar para la desesperanza y donde sólo pueden germinar sentimientos como el odio.

No hacen falta muchos elementos para convertir el escenario del Teatro Real en fantásticas estampas tan evocadoras como prácticas, y en ellas mover a las masas con una precisión cinematográfica, hasta convertirlas en un animal uniforme y peligroso.

La directora consigue, sin perder su origen musical ( esas lonas que anuncian los interludios ) poner en pie la parte más teatral de la trama, llevarnos a la reflexión obligándonos a una inmersión tan dolorosa como estéticamente grande.

Es difícil no quedarse atrapado en este poema oscuro, no dejarte envolver por una música doliente, no sentir rabia y compasión y no perder la mirada en un escenario brutal y capaz de fusionar realismo y poesía.

Creo que, sin duda, Peter Grimes, este Peter Grimes, es de las grandes producciones que nos ha regalado el Teatro Real.

Público      

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