CINE: PIECES OF A WOMAN de Kornel Mundruczo

 

Canadá 2020

Vanessa Kirby. Shia LaBeouf. Ellen Burstyn. Molly Parker. Lliza Schlesinger. Jimmie Fails. Domenic Di Rosa. Alain Dahan. Sarah Snook. Ben Safdie. Vanessa Smythe. Sean Tucker. Tyrone Benskin. Dusan Dukic. Noel Burton. Letitia Brookes. Leisa Reid. Joelle Jeremie

Es difícil imaginar muchos dolores más contundentes que la pérdida de un hijo.  

No puedo ni siquiera pensar en la devastación que una tragedia de ese tipo puede generar en su alrededor. Estoy incapacitado para imaginar una recuperación, una estabilidad posterior sin pasar por una absoluta catarsis.

Pieces of woman, habla de eso. Los primeros veinte minutos nos llevan, con la crueldad de la realidad objetiva, a un infierno que podría ser cotidiano, una pérdida de un recién nacido, más terrible en cuanto que llega a asomarse a la vida. Si el director hubiese plagado este tramo de efectos o de un dramatismo artificial, seguramente hubiese resultado más soportable. Así es sólo verdad, y duele.

A partir de ese momento, la mirada de Vanessa Kirby, nos traslada todo el dolor y el desconcierto, muy bien acompañada por todos, especialmente, Ellen Burstyn y Shia LeBoeuf. Con la pareja, asistimos a la fragilidad del amor y su mutabilidad cuando se le empapa de tristeza; en la relación madre hija, asoman los reproches que nunca se entierran suficientemente hondo, de aquellos para los que no somos como nos habrían deseado.

Pieces of woman es un recorrido por sentimientos difusos después de un cataclismo, como si golpeásemos su receptáculo y los objetos en su interior perdiesen definición y se mezclasen entre ellos. Y en especial, es un estudio sobre la culpa. 

La culpa surge en casos como este, como una necesidad: es necesario buscar responsables, porque si no los hubiera, los responsables tendríamos que ser nosotros. Es imposible asumir un dolor tan grande como la consecuencia de algo aleatorio, de un cúmulo de coincidencias, es necesario darle identidad y poder dibujarlo como algo cerrado, la consecuencia de un error importante que, a ser posible, hayan cometido otros. Y aun así, la culpa dejará siempre pequeños restos en todos los que hayan estado cerca del suceso.

También nos habla de las diferentes formas de asumir el dolor y de la necesidad de que los códigos de los demás encajen con los nuestros, de nuestra intolerancia ante un sufrimiento que no se hace físico de la forma que consideramos aceptable. Un lugar donde sólo nos queda ser aun más crueles para garantizarnos la reacción correcta, aunque tengamos que provocarla nosotros incentivando el daño.

Ante una historia tan dura, se agradece la elegancia en la forma de filmar, el alejamiento de cualquier asomo de sordidez, la belleza de esas imágenes y su caligrafía cuidada, la música que acompaña los paseos de la protagonista, el cuidado por los detalles y esas hermosas tomas del puente en construcción que separan los ocho capítulos, ocho meses, en los que transcurre nuestra historia. Porque el tiempo fluye con serenidad con la misma agilidad que fluye la narración, y tal vez, al final, sea el verdadero protagonista, el único que conseguirá que miremos hacia adelante, sabiendo que enterrar es imposible, pero necesario para seguir viviendo.

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