260 páginas
Disponible en ebook
Durante los últimos años del pasado siglo, Europa del Este se convirtió en un mapa de cicatrices que reventaban al mismo tiempo y que no terminaban de cerrarse.
Heridas que sangraban rencores del pasado y ambiciones del futuro.
Guerras que convertían en escombros ciudades que habían tenido su grandeza,
Habitantes antes individuales convertidos en masa doliente y temerosa, perdida su dignidad y sus sueños de antaño.
Hindeburg se centra en uno de esos lugares que parecen espacios de tránsito hacia la nada.
Entre los sufrientes, sin duda las mujeres ocupan el escalón más cruelmente tratado.
Víctimas de la violencia de la propia guerra y de la multiplicación de la violencia habitual en medios de paz. Responsables sin pedirlo de mantener las pocas gotas de humanidad que pueden quedar en la comunidad. Víctimas de su propio amor, generalmente más entregado, más generoso, más capaz.
De todo esto habla Hindenburg, esta durísiima novela, y lo hace desde la voz la la mente de una de ellas. Es una mujer que nos cuenta como diferente, tanto por sus heridas como por su sensibilidad. Pero posiblemente muchas lo sean y sólo el regalo de la narradora les otorga un protagonismo diferente.
Hindenburg es breve pero es una construcción literaria muy compleja.
Muy rica en su narrativa y en su uso del lenguaje, pero también muy exigente.
Una obra de medias verdades, de realidades parciales que nunca se nos trasladan de una forma sencilla ni completa.
Un viaje a la profundidad del dolor.
Hindenburg como apoyo, como cromo, para recordar que el ser humano es capaz de construir belleza que se eleve a los cielos. También de que no olvidemos que cualquier obra humana puede desaparecer.
Encaja como una pieza más de este puzzle que el lector debe de componer. Y que en ocasiones es un thriller denso y otras veces una sórdida ventana a la locura.
Cristina Cerrada era para mi una desconocida y me entrego admirado a su valentía, a su coherencia y a la fuerza poética de su `ñuma.
Su obra, esta, es un grito necesario. Un recordatorio obligatorio.
Una bofetada. A todos nosotros. Que vivimos en el mismo mundo que esta víctima y muchas otras, aunque nos parezca habitar en dimensiones diferentes.
Público
Comentarios