CINE: FREE COUNTRY de Christian Alvart

Alemania 2019
Trystan  Putter. Felix Kramer. Ludwig Simon. Nora von Waldstatten. Leonard Kunz. Hanna Hilsdorf. Marc Limpack. Jean Denis Romer. Alva Schafer.

Acostumbrados al concepto americano del remake, Free Country es cuando menos un producto exótico.
Además, los españoles no estamos muy acostumbrados a que nos versionen.
Pues bien, Free Country es un remake, puro y duro, de La Isla Mínima, película española de 2014, que Alberto Rodriguez situó en las Marismas del Guadalquivir, empapando la trama de paisaje local.
Recodemos la historia:
Trama negra, muy negra, alrededor de la desaparición de unas jóvenes, algo que pronto derivará en un turbio entramado de abusos y, posiblemente, snuff.
A cargo de la investigación dos agentes antagónicos. Uno de ellos, con un pasado y un comportamiento, vinculado a la policía franquista. El otro, un idealista buscando otras formas de hacer justicia.
La relación entre la pareja protagonista, perfectamente delimitada, enriquecía la trama policial.
Y de fondo, como toda buena muestra del género negro,  el reflejo de una sociedad partida y enferma, a la venta, consciente ya de que los sueños prometidos están muy lejos de realizarse y de que la libertad no siempre es algo tan hermoso como aparenta, intentando sobrevivir, y construyéndose alrededor de sus miserias.
Lo mejor que se puede decir de Free Country ( y ya adelanto que pueden decirse muchísimas cosas buenas ), es que es capaz de adaptar la historia a su propio entorno. No sólo consiste en una recreación mimética de una trama bien construida sino que la hace propia, comprometiéndose también con el sustrato de la historia.
En ese sentido, la pareja protagonista encaja a la perfección teniendo sus propios códigos: uno de los agentes, un resto de la antigua Stasi, policía criminal de la RDA antes de la reunificación. El otro, un hombre que intenta mantener las creencias que le llevaron al cuerpo.
Y alrededor, un país que tiene que entender lo que signífica ser libre, responsable de su propia libertad, renunciando a la protección gris y castrante, pero segura, de un gobierno comunista.
Las heridas son similares.
La miseria, lamentablemente, también.
En lo que se refiere al desarrollo policial, puede que en este caso sea incluso un poco más definido que en el original y, aunque puede traicionarme la memoria, creo que hay algún desarrollo mayor en algún punto, como en el personaje de la esposa.
Pero el director no intenta innovar, replicando incluso alguno de los recursos estilísticos de Rodríguez y consiguiendo una textura de pérdida y oscuridad perfecta para la película.
Por último, resaltar la adecuación de los intérpretes, tanto en su físico como en su comportamiento, a la hora de retratar a ese grupo humano que intenta respirar fuera del agua.
Free Country es un proyecto extraño pero que dice mucho sobre Europa y sobre nuestras similitudes, no siempre felices.
Pero sobre todo es una gran película como lo era La Isla Mínima.
Los creadores de esta última pueden estar felices y tranquilos.

Público   

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