TEATRO: ANTHONY AND CLEOPATRA de William Shakespeare

National Theatre Live
Director.-
Simon Godwin
Intérpretes.-
Ralph Fiennes. Sophie Okonedo. Tunij Kasim. Katy Stephens. Fisayo Akinade. Hannah Morris. Nick Sampson. Georgia Landers. Tim Mc Mullam. Gloria Obianyo. Hiba Elchitke. Ben Wiggins. Shazia Nichols. Nicholas Le Prevost. Sam Woolf. Sargon Yelda. Gerald Gyimah. Waleed Hammad. Alan Turkington. Alexander Cobb. Henry Everett.

El cine convirtió a Antonio y a Cleopatra en personajes plenos de glamour.
Hollywood hizo de la historia de los faraones un pastiche colorista y brillante, muy entretenido pero seguramente muy lejano a la realidad.
Lógicamente, Shakespeare no tenía ni mucho más información arqueológica, pero está claro que su capacidad para intuir el alma del ser humano era muy superior a la de cualquier guionista de la época dorada.
El genio inglés se asoma a la historia de estos dos amantes asumiendo que se encuentran ya lejos de la juventud.
Son dos seres legendarios que al encontrarse han provocado el choque de dos mundos.
Sin duda tienen perfiles mitológicos por la grandeza de sus hazañas, pero no por ello dejan de ser humanos.
La obra traza un entramado político perfecto, sobre la lucha por el poder y los efectos de la traición, pero el principal valor de este texto es para mi precisamente la humanización de la pareja.
Simon Godwin, director de esta versión, no sólo los acerca sino que podemos decir que incluso los vulgariza. Utiliza una estética actual, evocadora de la parafernalia militar de la Guerra del Golfo.
Allí, Antonio es un general machista, marrullero, maleducado y pendenciero, pero capaz de enfrentarse con los ejércitos más poderosos del mundo y vencerlos. También capaz de amar con todo su corazón.
Cleopatra es una hembra indómita y cerebral, segura de si misma, de la fuerza de su belleza y de su sexo, pero también entregada al amor Mezcla entre na buscona deslenguada y una estrella el jazz.
Los dos forman una pareja desordenada, incluso sucia, frente a la fría pulcritud de sus enemigos.
Representan probablemente la pasión, que sólo puede ser pasión si es incontrolable. La vida. La libertad.
Es cierto que podrían parecer patéticos en algún momento, es cierto que el humor que jalona la obra tiene mucho de ironía. Pero tanto Fiennes como Okomedo, realizan dos interpretaciones soberbias en las que, sin renunciar a sus arrugas y sus pequeñas miserias, alcanzan a darles tal grado de humanidad, que es imposible no empatizar con ellos, no compartir su amor, su dolor, su miedo o su desengaño.
En una escenografía circular, móvil y muy eficaz, el director juega a la perfección con la iluminación y la musica étnica en directo.
Se consigue la evocación del exótico escenario, castigado.
Y sobre todo, se alcanza un movimiento constante, un ritmo cinematográfico que convierte la obra en un propuesta frenética, muy actual.
De más de tres horas.
Sí, es teatro grande, lo es en la producción, en el tiempo, en todo lo que ocurre en el escenario. En e vestuario, en la cantidad de personajes y actores.... probablemente sólo una institución como el National Theatre pueda afrontar una producción así. Un acierto compartirla en el mundo entero a través de esta maravillosa iniciativa.

Público

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