Celsa Araujo. Misha Bies Golas. Nuria Lestegán. Suso Meilán. Manuel Pumares. Verónica Quintana.
Longa Noite es la historia de un regreso.
Un hombre que vuelve a su tierra en tiempos de la postguerra española.
No sabemos si ha estado huido, si ha salido de prisión, si se ha escapado de ella, o...
Pero en la primera parte, varios cuadros nos mostrarán el silencio del recibimiento, la miseria que existe en el lugar y el miedo.
Lo que hace importante, diferente Longa Noite es la dimensión mítica del retorno.
Ese personaje, aislado, que podría ser un Ulises o un Orestes. Esos jugadores de cartas que funcionan como coro elevando los nombres del tirano, o la pareja de pedigueños. Esa madre que es una madre de tragedia, que siente el dolor dentro y que sólo quiere que ese dolor termine, que maldice las guerras como podría hacerlo Hécuba. Ese largo monólogo de Celsa que podrían recitar las Troyanas.
No sé si el lago que cruza es el lago de Caronte. No sé si el simbolismo de la segunda parte, preciosa estéticamente, en el bosque nocturno, es un final o un principio. Tampoco sé si esos textos que lee una voz en off, esas cartas de un preso ya muerto, son sus cartas o son las de otro.
Pero me da igual no saber.
Siento y recibo Longa Noite como un arriesgadísimo ejercicio de poesía audiovisual.
También una forma de contar, más bien de hacer sentir, la historia. Esa larga noche que cantaba en Al Alba, nuestro ya añorado Luis Eduardo Aute.
Tiempos de oscuridad y silencio para muchos. De aceptación y lucro para otros.
Un producto tan único como coherente.
Público
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