España 2019
Animación.
Pues sí, lo reconozco, ver Klaus ha sido un comportamiento de orgullo patriótico.
Que una película española de animación se lleve un Bafta y esté a punto de un Oscar, es más que una pica en Flandes.
Había que verla.
Y lo único que me pesa es no haber disfrutado de ella en el momento justo. Porque Klaus es una historia para la Navidad.
No es difícil adivinarlo: lo que nos cuenta es el nacimiento de la leyenda de Santa Claus, ese hombre grande y generoso que, una vez al año, se dedica a repartir regalos a todos los niños del mundo.
Todo se debe a Jasper, un muchacho al que se padre condena a ser cartero en el fin del mundo, en un pueblo habitado por el rencor.
Aunque el objetivo en principio no fuese altruista, entre el barbudo leñador y el joven tarambana, pondrá en pie la máxima de que la bondad y el amor generan bondad y amor.
Está escrita con ligereza y humor, tal vez más perdida en la primera parte, pero el conjunto es perfecto.
El resultado, visualmente de una morfología geométrica y algo chocante, es visualmente gozoso, colorista. Posicionándose claramente en el punto del cine infantil.
Klaus merece haber llegado donde ha llegado. Hoy sabremos si incluso el Oscar. Me alegro muchísimo y, gracias a eso, he disfrutado una película que, de otra manera, habría dejado pasar.
En un año, esta y Buñuel y el laberinto de las tortugas, el cine de animación español, esperemos, comienza una importante aventura.
Público
Animación.
Pues sí, lo reconozco, ver Klaus ha sido un comportamiento de orgullo patriótico.
Que una película española de animación se lleve un Bafta y esté a punto de un Oscar, es más que una pica en Flandes.
Había que verla.
Y lo único que me pesa es no haber disfrutado de ella en el momento justo. Porque Klaus es una historia para la Navidad.
No es difícil adivinarlo: lo que nos cuenta es el nacimiento de la leyenda de Santa Claus, ese hombre grande y generoso que, una vez al año, se dedica a repartir regalos a todos los niños del mundo.
Todo se debe a Jasper, un muchacho al que se padre condena a ser cartero en el fin del mundo, en un pueblo habitado por el rencor.
Aunque el objetivo en principio no fuese altruista, entre el barbudo leñador y el joven tarambana, pondrá en pie la máxima de que la bondad y el amor generan bondad y amor.
Está escrita con ligereza y humor, tal vez más perdida en la primera parte, pero el conjunto es perfecto.
El resultado, visualmente de una morfología geométrica y algo chocante, es visualmente gozoso, colorista. Posicionándose claramente en el punto del cine infantil.
Klaus merece haber llegado donde ha llegado. Hoy sabremos si incluso el Oscar. Me alegro muchísimo y, gracias a eso, he disfrutado una película que, de otra manera, habría dejado pasar.
En un año, esta y Buñuel y el laberinto de las tortugas, el cine de animación español, esperemos, comienza una importante aventura.
Público
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